Un tradicional trapiche panelero encarna la resistencia de pueblo colombiano

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Foto: EFE

Un trapiche panelero con más de 50 años de existencia encarna la resistencia de Campamento, un pequeño municipio incrustado en las montañas de Antioquia, donde sobrevivió al conflicto armado colombiano entre el dulzor de sus productos.

El inconfundible olor a caña recién picada marca el camino hacia la finca “La Aguada”, el lugar que Fernando Alberto Mazo eligió para preservar con la creación de “Panela TL” una tradición que heredó de sus padres.

La panela es un bloque alimenticio que se elabora a partir de cañas de azúcar molidas.

“Significa tradición y liderazgo”, explicó a Efe Mazo sobre la marca que desarrolló con el apoyo de Natalia Gil, su hija adoptiva y una joven visionaria de la región.

Entre un desfile de mulas descendiendo de los cultivos y con el sonido del agua corriendo por una quebrada inicia la jornada en el trapiche donde una decena de trabajadores en tres horas convierten 1.000 kilos de caña en 100 kilos de panela.

“Esto lo hemos levantado paso a paso. Los que lo han hecho a las carreras se han quedado en el camino”, comentó el campesino.

UN SÍMBOLO DE RESILIENCIA

Natalia, encargada de administración de la agroempresa, eligió quedarse en el campo por la “resiliencia” que mostró su padre con la panela en un municipio “muy golpeado” por la violencia, en el que hace cinco años todavía veían caseríos “infestados” de coca y trapiches sin funcionar.

“Él quiso seguir produciendo algo de manera limpia, correcta y justa a pesar de las adversidades”, dijo Natalia, admiradora de los cultivadores de caña que luchan contra pobreza y los altibajos en los precios.

Para ilustrar la situación, evocó que un momento los pobladores estuvieron “desconectados” y a Campamento llegaba un autobús de Medellín tan solo tres veces a la semana.

Actualmente, según relata la mujer, hasta el caserío La Colmena llegan continuamente visitantes al trapiche de “Don Nando”, por considerarlo un “referente” en la región y con el propósito de conocer sus prácticas para replicarlas.

La limpieza y organización destacan en la finca donde opera “Panela TL”, un logro que necesitó de años y esfuerzos para sacar un producto de calidad en un escenario hostil.

CAPACITACIÓN Y SALTO DE CALIDAD

Para trascender, este campesino de 59 años se capacitó en la Corporación Interactuar, el escenario para compartir clases con su hija y consolidar así un equipo infalible que les ha permitido visionar una actividad artesanal como empresa.

Llegaron a una “combinación perfecta” entre el conocimiento empírico del padre y el conocimiento técnico de la hija.

“Esa fue una chispa que se encendió”, dijo Natalia, que complementó sus estudios universitarios en administración.

A partir de ese paso empezaron a “cambiar el trapiche”, a buscar mejores mercados y a diversificar los productos, apuesta que le permitió ser el primero en el municipio en sacar su propia panela pulverizada.

Ahora produce semanalmente entre 80 y 100 pacas de 24 kilos de panela y empezó a renovar sus cultivos con el cambio de cañas viejas por semillas traídas del Valle del Cauca.

FUTURO EN EL CAMPO

Natalia manifestó que a los jóvenes no se les educa para el campo y piensa que el futuro está en la ciudad, una visión que ella modificó cuando Interactuar “abrió sus ojos” para trabajar por su municipio.

“Acá están los problemas en lo que puedo generar soluciones como profesional y calidad de vida para otras personas”, comentó la administradora.

En Campamento, donde coexisten 213 trapiches paneleros y hay unas 3.500 hectáreas de caña sembradas, la joven encontró una oportunidad para “hacer país” y ya no sueña con llegar a una gran empresa en una ciudad.

Para ella, ganadora del premio Famiempresario del Año en “Desarrollo Rural”, un trapiche panelero representa un desafío como profesional por la variación de precios cada ocho días y sus continuas dificultades.

Asimismo, entendió el potencial de la actividad con la visita a la finca de empresarios europeos interesados en conocer el proceso de fabricación, una experiencia que le mostró que la panela tiene “mucho futuro”, pero deben apostar por la asociatividad.

“Hay una panela muy buena, con un gran aroma y sabores espectaculares, pero los productores necesitamos asociarnos”, afirmó Natalia, una idea respaldada por su padre como un medio para llegar a una “misma calidad” y estar en la capacidad de poner entre 15 y 20 toneladas de panela en el exterior.

Para la coordinadora de la metodología de desarrollo rural de Interactuar, Adriana Zapata, “Panela TL” en un futuro cercano estará en un mercado internacional por el proyecto de innovación que ha liderado Natalia para organizar la agroempresa de su padre. Efe