El local, conocido como Robot Café, se encuentra en el distrito de Kileleshwa, en el oeste de la capital de Kenia.
“¡Bienvenido!”, saluda la robot Nadia, enfundada en un vestido rojo, tras detectar a través de su sensor de movimiento una presencia humana en la entrada en Nairobi del primer restaurante en África del Este en emplear esta tecnología, que ofrece una experiencia de cliente futurista.
El local, conocido como Robot Café, se encuentra en el distrito de Kileleshwa, en el oeste de la capital de Kenia.
Está diseñado de forma minimalista con tonos neutros y azules, cuenta con otras dos camareras robot que acompañan a Nadia -Claire y R24- y circulan desde la recepción del establecimiento hasta los asientos de los clientes.
Estos autómatas están equipados con dos cámaras colocadas en la parte frontal de la cabeza, lo que les permite reconocer y distinguir los objetos de las personas, y también llevan incorporados sensores de movimiento.
El funcionamiento de los tres robots facilita las tareas del personal y su principal cometido es tanto acercar el producto a la mesa del comensal, como acortar el tiempo de espera del cliente para recibir su encargo.
Un servicio futurista
Una de las camareras del restaurante, Massy, de 26 años, afirma que agradece contar con un robot que le ayuda a servir simultáneamente a varias mesas, pues, de esta manera, puede ofrecer al cliente un trato más completo.
“La verdad es que es agradable trabajar con robots porque me facilitan el trabajo. No tengo que llevar la comida de la cocina a las mesas”, reconoce la joven, si bien considera que las androides son una herramienta que no puede sustituirla.
“Tengo que interactuar con los invitados y darles un servicio personalizado. Porque al final, (los autómatas) no pueden hablar ni relacionarse como lo hacemos los humanos”, explica Massy.
Al fin y al cabo, Nadia, Claire y R24 son máquinas que pueden generar contratiempos.
El jefe del restaurante, John Kariuki, comenta que el cargador de un robot se averió en la primera semana de apertura del local.
Otro reto es que las bebidas, como los zumos, no pueden ser transportadas por estos autómatas porque en el suelo del restaurante se extienden unas canaletas que obstaculizan su paso hacia las mesas.
El software que programa a estas camareras robotizadas combina la inteligencia artificial con el sistema Luz, Detección y Medición (LIDAR, por sus siglas en inglés), una tecnología que permite medir las distancias con los objetos.
“Este recurso ayuda al robot a saber dónde debe ir en cada momento”, asegura Kariuki, que abrió el restaurante el pasado 16 de junio y no deja de recibir a clientes curiosos.
¿Un obstáculo para el empleo?
Uno de esos consumidores es Barak Leoret, de 25 años, que espera en una de las mesas y pide un café con hielo, en su primera visita a un restaurante de estas características.
“Es emocionante y a la vez da miedo. Pensé que era una broma pero es una realidad”, declara este joven ingeniero que nació en el condado de Samburu, a unos 400 kilómetros por carretera de Nairobi.
Leoret cree que la implementación generalizada de este tipo de tecnología podría perjudicar a muchos jóvenes del país africano con difícil acceso al empleo.
“Esto es una amenaza para ellos, así que creo que es un reto si vamos a introducirlo como desarrollo en el país”, sentencia el ingeniero.
Otros restaurantes del continente también han apostado por esta tecnología, como el Robot Cafe de Lagos, capital económica de Nigeria, que fue pionero en África al incluir androides como asistentes de los camareros en su equipo de trabajo.
Sudáfrica también se ha sumado a esta tendencia con el restaurante The Munch Cafe de Johannesburgo, que emplea elementos de la robótica en sus operaciones.
La incorporación de esta tecnología al negocio de la hostelería representa “sólo el principio” de una evolución en el sector, subraya Kariuki.
“Ya forma parte de nosotros. Si la gente quisiera luchar contra la tecnología, lo habríamos hecho hace un par de años. Ahora, hay que asumir que ha llegado para quedarse”, concluye el gerente del restaurante.
EFE