Quienes alimentan a habitantes de calle, no se detienen ante emergencia

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Foto: EFE

Empezaban a disfrutar de una segunda oportunidad cuando llegó el coronavirus y han elegido plantarle cara. Son los trabajadores de “É um restaurante”, un conocido local en Lisboa, Portugal, que emplea a personas sin techo y que mantiene el delantal no para atender clientes, sino para ayudar a quien no tiene nada.

Situado a escasos 30 segundos de la cotizada -y ahora desierta- Avenida Liberdade, el local rezuma tanto sencillez, con su descriptivo nombre “Es un restaurante”, como actividad, entre mascarillas y esfuerzos por mantener distancias de seguridad en una minúscula cocina donde da órdenes un jurado de Masterchef Portugal.

Es Nuno Bergonse, que durante varios días a la semana se encarga presencialmente de este pionero establecimiento que nació el pasado otoño y se ha reconvertido por obra del coronavirus en una historia única en Portugal, con más de 14.000 comidas elaboradas para personas sin hogar desde el pasado 14 de marzo.

Olvidar el menú coqueto que diseñaron el año pasado para pasar a hacer 300 raciones diarias de un solo plato fue posible, primero por el estado de emergencia portugués, que permitía a restaurantes seguir trabajando para entregas a domicilio o recogida en local, y después por la conciencia de los propios trabajadores.

“Todos ellos en algún momento de sus vidas estuvieron en la calle y por eso pueden comprender la necesidad enorme de lo que están haciendo, y eso se refleja en la voluntad que tienen y en participar en la ruta de comida que se hace por nuestros equipos técnicos”, comenta a EFE Alexandra Evaristo, la psicóloga del proyecto, que nació de la mano de la fundación portuguesa Crescer.

La veintena de trabajadores que se estaba formando en esta cocina esperaba acceder a prácticas profesionales y de ahí pasar a un empleo estable. O al menos ese era el plan pre-covid. Cuando el estado de emergencia llegó, sin embargo, no dudaron en dejar estas expectativas aparcadas por tiempo indefinido y mantenerse, con salarios que rondan los 500 euros, en los fogones para ayudar. EFE