El misterio de la desaparición de unos huevos cocidos terminó con un final muy tierno.
Cuando el dueño de los huevos comenzó a buscarlos, se percató que su perro tenia dos extraños bultos en sus mejillas, entonces le preguntó al canino si sabía del paradero de los huevos y su reacción lo enterneció.
Lentamente el perro bajó su cabeza y uno a uno dejó caer los huevos que se había robado, aceptando tiernamente su culpabilidad.