El Museo Nacional late al ritmo de sus jóvenes raperos

Imagen cortesía: EFE
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En una sala de exposiciones del Museo Nacional de Bogotá cinco jóvenes cuyas vidas fueron transformadas por el rap se reúnen junto al “Profe” antes de irrumpir con su improvisación en el gigante “konker” (superficie para bailar) del centro de la habitación.

“Algo cortito. Cuatro barras (versos) cada uno”, les repite el profesor y maestro de ceremonias Zkirla entre el bullicio de los asistentes que se deleitan con la muestra “Nación Hip Hop: Colombia al ritmo de una cultura” que estará en el Museo Nacional hasta el próximo 26 de febrero.

Acto seguido, SOL e Ital Ds, las dos mujeres del ensamble de música urbana “Rimas en Paz”, del Conservatorio Javier de Nicoló del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron), comienzan la improvisación con un coro que dice: “Soy el silencio de los nadie”.

Bajo un gorro a juego con el color de unos guantes que dejan ver las puntas de sus dedos, SOL da un paso al frente, cierra los ojos y se deja llevar. Con 21 años es la más joven de los cinco raperos.

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La elección de SOL como nombre artístico, además de coincidir con el de su madre, la hace sentir empoderada porque, para ella que se define como una persona “demasiado triste”, tiene que ver con “dar luz, ser vida y transformar lo malo en algo bueno”.

RIMAS POSITIVAS DE EXPERIENCIAS NEGATIVAS

Convencida de que el hip hop es una forma de vida, SOL celebra que el rap llegara a la suya para cambiársela cuando apenas tenía 11 años y escuchó uno de los temas de los colombianos Crack Family.

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“Antes estaba muy perdida en las drogas. Bastante. Consumía demasiado, era muy alcohólica”, relata a EFE la artista al tiempo que recuerda cómo un día conoció a un hombre que dijo estar impresionado con su “color de voz”. Poco después él se convertiría en su primer productor.

“Yo vivía en otro mundo, pegada a la bolsa (de drogas). Él me dijo ‘te paso esta pista, escribe lo que quieras’. Escribí un tema y al man le gustó. Empecé a los doce años a escribir rap, hice grabar mi música como a los 18 y empecé a subir a plataformas a los 18 o 19”, agregó.

Al respecto, el profesor Zkirla sostiene que en el proyecto “Rimas en Paz”, nacido hace seis años, el objetivo es demostrar que los elementos del hip hop (‘breakin’ o expresión dancística; rap; grafiti; ‘dijin’ -técnica que crea la base sonora-; y el conocimiento como forma propia de la memoria y la identidad) pueden ayudar a los jóvenes a que sus experiencias negativas se conviertan en “rimas positivas” por medio de la música.

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“Con Rimas en Paz le quitamos jóvenes a las actitudes negativas de la calle. Un joven más en tarima es uno menos en las calles delinquiendo”, sentencia.

“¿RAPEROS O RATEROS?”

Para SOL, el hecho de que el hip hop, como expresión contracultural, llegue a un espacio como el Museo Nacional es algo “muy merecido” que ayudará a superar el estigma que pesa sobre quienes hacen parte de esta cultura históricamente asociada a “ñeros, ratas y marihuaneros”.

“Hubo mucha gente que salió de la drogadicción por medio del rap, que comenzó a creer en sí misma por medio de él y que gracias a él comenzó a sanar no las heridas del cuerpo sino las que se llevan por dentro”, reivindica Zata Explicit, otro de los jóvenes del grupo que ha dedicado nueve de sus 25 años de vida al género.

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Si hay algo en lo que coinciden Ital Ds y SOL con sus “hermanos del rap” Zata Explicit, Juan Lo y Vinatu Braral es en su voluntad de hacer de la música urbana su proyecto de vida profesional.

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Con un tatuaje sobre una ceja que habla de “volar”, ocho años de trayectoria en el género y 27 en el mundo, Ital Ds asegura no sentir arrepentimiento alguno por los sacrificios que hizo por su carrera musical.

“Yo tenía una carrera, administración de empresas, con un excelente trabajo y un buen sueldo, pero no era feliz, así que compré un parlante y empecé a rapear en los buses”, narra orgullosa la artista.

Es así como más de cuatro décadas después de la llegada del hip hop al país con la canción “Rapper´s Delight” bautizada por los colombianos como “La Cotorra”, las nuevas generaciones de raperos buscan, con su arte, dejar una huella en el mundo y dignificar el género que cambió sus vidas.