Por: Andrés Villota
El afro americano, Elon Musk, dejó en stand-by la compra de la red social Twitter porque considera que la información que le fue suministrada en el data room, no es veraz y pudo haberlo inducido al error en el momento de tomar la decisión de comprar y determinar el valor a pagar por la compañía que, por lo visto, tiende a cero.
Twitter consideraba como usuarios diferentes a todas las cuentas creadas y pertenecientes a un único usuario. Es decir, mil cuentas las podía crear el mismo usuario y en los registros de la compañía aparecía como si se tratara de mil usuarios diferentes.
Alguien dijo que si el 50% de las cuentas eran falsas, Musk debía pagar solo la mitad del valor de compra inicial. Si falseaban cuentas y estafaban a los anunciantes, y esas malas prácticas corporativas eran promovidas por la alta gerencia de esa empresa, Twitter no vale nada. Falseando una o millones de cuentas, la ausencia total de gobernanza corporativa quedó en evidencia y no existe la confianza del mercado en Twitter, sus administradores y empleados.
Del total de habitantes del mundo, son muy pocos los que tienen una cuenta en Twitter. La utilidad de las redes sociales, es nula. Y nadie confía en los contenidos publicados en las redes sociales porque nadie puede confiar en lo que dicen las celebridades y los mal llamados “influenciadores”, según el Barómetro de la confianza que publica Edelman todos los años.
Las redes sociales solo sirvieron para que, marginalmente, se pudieran reencontrar los que no se veían hace mucho. Y están teniendo una importante labor judicial porque ha servido para desintegrar a importantes estructuras mafiosas dedicadas al lavado de activos que operaban a nivel global y las usaban de fachada para poder lavar grandes sumas de dinero.
¿O es lógico que alguien se gane medio millón de dólares mensuales por mostrar su torso tatuado en YouTube? Toda esta situación pone en calzas prietas a ese ejército de desempleados que se había dedicado a ser “Influenciadores”, porque no van a poder seguir justificando sus inmensos ingresos mensuales si la mayoría de sus seguidores no existe. Soy más influyente yo, siendo profesor de 20 alumnos en una clase de Maestría, que teniendo 10.000 seguidores en Twitter.
“Nadie confía en los contenidos publicados en las redes sociales porque nadie puede confiar en lo que dicen las celebridades y los mal llamados “influenciadores”.
Andrés Villota
Al margen de todo eso que es irrelevante y tendrá el mismo final de una moda pasajera como el Copete de Alf o el Cubo de Rubik, lo verdaderamente importante es todo lo que ha pasado a partir de ese hecho marginal. Mostró que los denominados “Creadores de Contenido”, son instrumentalizados para crear contenidos inútiles, grotescos, para poder justificar un supuesto tráfico que genere ingresos.
Las empresas que se apoyaron en las redes sociales, ya han tenido que abrir puntos de venta físicos porque su mercado era ínfimo y no estaban teniendo los ingresos que se necesitaban, además, es entendible que su mercado fuera tan limitado, casi ínfimo porque si la mitad de sus seguidores no existen, pues ¿quién les iba a comprar sus productos?
Una red social, al no producir nada, pierde cualquier interés comercial para un anunciante si su publicidad solo la ven muy pocos o personas sin capacidad real de consumo. La gobernanza corporativa no existe, si los administradores de la compañía promueven malas prácticas como la falsedad en los datos suministrados o la adulteración de los algoritmos con los que funciona la plataforma.
Se utilizó a las redes sociales como una forma de justificar lo macro desde lo micro. Lo que se decía en el micro cosmos de Twitter era usado como una prueba irrefutable de lo que sucedía en el mundo o al interior de una sociedad. Una afirmación hecha por alguien era tomada como una verdad solo porque mil personas decían que les gustaba. Con el 0,00001% de la población de Colombia, por ejemplo, se “demostraba” la voluntad o el sentir de 50 millones de personas.
“El actor colombiano John Leguízamo protagonista de “El Paseo 2”, se quejó porque había perdido 200.000 seguidores en una sola tarde”.
Andrés Villota.
Bill Gates y George Soros son los financiadores y, por ende, el poder detrás del trono de muchas oenegés que han pretendido boicotear a Musk por haber dicho que va a acabar con la censura que se venía presentando contra todos los que no estaban de acuerdo con el cambio climático o con el aborto y, en general, que mostraban su desacuerdo con toda la narrativa comunista.
El fiscal general de Missouri, Eric Schmitt, y el fiscal general de Luisiana, Jeff Landry, presentaron una demanda contra funcionarios del gobierno de Joe Biden por conspirar para suprimir información en complicidad con los gigantes de las redes sociales, Facebook, Instagram, Twitter y YouTube “bajo el pretexto de combatir la desinformación”. La misma quema de libros Nazi, más fácil y sin necesidad de hacer hogueras.
Los empleados del back office de Twitter, temerosos de terminar metidos en problemas penales por el delito de estafa, empezaron a borrar a los seguidores falsos de las cuentas de las celebridades. El actor colombiano John Leguízamo protagonista de “El Paseo 2”, se quejó porque había perdido 200.000 seguidores en una sola tarde. A raíz de la falsedad en las cifras presentadas, Tucker Carson de Fox News, cuestionó la veracidad de las cifras publicadas por The New York Times, con las que afirma que obtiene el 25% del total de sus ingresos de las suscripciones digitales.
Lo virtual, también, permite falsear las cifras sin ninguna forma de probar lo contrario porque, además, la tecnología la han presentado como algo que solo pueden entender unos pocos seres superiores. Ese fenómeno puso de manifiesto que, al parecer, lo virtual es fácilmente manipulable, fácil de falsificar y casi imposible de comprobar ese delito.
La tecnología no es infalible. Los carros de Tesla han provocado accidentes cuando sus propietarios utilizan la función de “piloto automático” y el Amazon’s Gender Recognition System se equivocó reconociendo a Michelle Obama y a Serena Williams como hombres.
Todo lo anterior, muestra la necesidad urgente de cambiar todos los sistemas tecnológicos de votación, financieros o de comunicaciones, entre muchos otros, para que sean antifraude, a prueba de fallas y errores. En algunos países ya los usan o, por lo menos, ha quedado demostrada la necesidad de empezar a usarlos.