La verdadera mamá tecnológica

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En una pequeña reunión familiar tuve oportunidad de presenciar un episodio que llamó mi atención. La anfitriona del evento llamó a los cuatro niños que estaban en la sala y les entregó sigilosamente la clave del WiFi para que se conectaran y, según sus palabras, “comenzar la integración”.

Efectivamente, los pequeños se dispersaron por la casa y cada uno se ensimismó viendo videos de YouTube, en redes sociales o jugando en línea.  Lejos de cuestionar el proceder de la anfitriona, reflexioné sobre el papel que juega la tecnología y la conectividad en los hogares en estos días de hiperconexión, y sobre todo por el rol que estamo jugando las mamás para integrar estas herramientas no sólo para la educación de los niños, sino para la convivencia.

El avance imparable de la conectividad también es un reto (por no decir un dolor de cabeza) para nosotras las mamás. Por eso, lo primero que hay que decir es que no hay recetas sagradas, ni fórmulas mágicas para balancear el uso de la tecnología. Las casas cada vez están más conectadas y, paradójicamente, las familias más desunidas. Y es natural: en menos de tres años las megas de conexión pasaron de 5 a 50 y cada miembro de la familia consiguió especializarse más en sus actividades, gustos y hobbies, relegando la cohesión.

Este aumento de la conectividad trajo un sinnúmero de retos para las mamás. El primero, y acaso el más complejo, es mantenérsenos en la cresta de una ola que se niega a parar. Un día Pokemon Go domina a nuestros hijos, al otro son los youtubers y al siguiente es algún reto viral que se sale de control. Es tan dinámico el mundillo de internet y los dispositivos que, se volvió un imposible seguir ese ritmo. Así que, lo más recomendable (para la convivencia y para la salud mental) sigue siendo establecer reglas claras para sacarle provecho a las plataformas y no terminar siendo esclavos de ellas, asegura Catalina Irurita, directora de Comunicaciones de TigoUne.

Otro reto para que las mamás puedan integrar la tecnología en el hogar tiene que ver con la comunicación con cada miembro de la familia. Como nunca antes, la frase “cada cabeza es un mundo” tiene sentido. Basta con tener acceso a un dispositivo conectado a internet para ensimismarse y abstraerse de todo lo que pueda pasar alrededor. Sin embargo, hay una constante: los gustos y los comportamientos de los niños. Más que establecer horarios de conexión o prohibir los celulares, las mamás debemos conocer al detalle los gustos, los miedos y las expectativas de sus hijos. Al final de cuentas, su navegación en internet depende de estas variables y no de las megas o la marca del celular.

El tercer reto es el más espinoso. Es necesario que como padres no veamos la tecnología como una herramienta para controlar a nuestros hijos o para mantenerlos juiciosos durante el día. Distintos estudios han señalado que el acceso temprano a la conectividad es contraproducente para los menores, con el agravante de la falta de supervisión. No podemos dejar que los niños pasan horas pegados a un dispositivo. Debemos balancear los tiempos y promover actividades para que haya un equilibrio entre el mundo virtual y el físico, donde los juegos y el aprendizaje se realice alejados de internet.

Hoy en día, las madres tecnológicas no son aquellas que utilicen el dispositivo más moderno o las que tengamos cuenta activa en todas las redes sociales. Las madres tecnológicas son aquellas que tienen la capacidad de ver en la conectividad una herramienta para mejorar la convivencia en el hogar y potenciar los conocimientos de los niños. No es una tarea sencilla, pero a estas alturas del partido es una tarea obligatoria.