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La primera ministra de Nueva Zelanda, ha conseguido una aplastante e histórica victoria en las elecciones generales de este sábado tras una peripecia vital que la ha llevado de la conservadora iglesia mormona a convertirse en un ejemplo mundial de política progresista.
La carismática política laborista, hija de un policía y antigua feligresa de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones), se convirtió en 2017 en la tercera mujer en llegar a la jefatura del Gobierno neozelandés y la más joven, con 37 años.
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La prueba de fuego para Ardern llegó el 15 de marzo de 2019, cuando un supremacista blanco australiano tomó por asalto con armas automáticas dos mezquitas de la localidad de Christchurch y mató a tiros a 51 musulmanes, entre ellos varios niños, en el que fue el peor atentado terrorista de la historia del país.
La mandataria anunció inmediatamente una reforma de la ley de tenencia de armas que fue aprobada algunos meses después, consoló con gran empatía a las víctimas y a sus familias, mostró respeto a sus creencias al vestir un velo islámico y convirtió el dolor de la minoría musulmana en el de todo el país al pronunciar una frase que se volvió icónica: “somos uno, ellos somos nosotros”.
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La respuesta del Gobierno de Ardern a la pandemia también ha sido exitosa, ya que ha conseguido que Nueva Zelanda haya logrado eliminar prácticamente la covid-19 con apenas 1.500 contagios y 25 fallecidos, gracias a medidas tempranas y contundentes en las que ha primado la salud frente a la economía.
Devota mormona en su infancia y adolescencia, Ardern contó en una entrevista en 2017 que renunció a su fe debido a la posición condenatoria de la iglesia sobre la comunidad LGBT al compartir piso con tres amigos gays y, años después, votaría a favor del matrimonio igualitario en el Parlamento en 2013. EFE