‘La gente no entiende que la paz es un proyecto a 20 años’: Desmovilizada

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A una semana de que finalice el marco jurídico de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) y de los inconvenientes que ha atravesado la implementación del acuerdo de paz con las Farc, muchos excombatientes de la extinta guerrilla, como Luz Marina Giraldo, o ‘Yesenia’, aún mantienen la esperanza en un futuro mejor, lejos de camuflados, balas y fusiles.

Desde el ETCR La Guajira -o Mariana Páez, como la conocen los desmovilizados-, ubicado en el municipio de Mesetas (departamento del Meta), Giraldo le contó a la Agencia Anadolu su historia y proyecto de vida en una región que en el pasado hizo parte de la zona de distensión de las Farc.

Esta excombatiente de 41 años ingresó a las Farc a los 10. Le tocó “ver la violencia” a los cinco años, cuando hombres armados asesinaron a sus padres, algo que “ningún niño debería ver”.

“La verdad era tan chiquita que no sé quién fue. Lo que sí sé es que lo hicieron por quitarles la finca, que después de tantos años, sigue en manos de los paramilitares”, señaló Giraldo. 

“Eso marcó mi vida. Tenía un hermano de 14 años que posterior a la muerte de mis padres, se fue para las filas y quedé solita. Me acogió una familia dizque para cuidarme, pero terminaron convirtiéndome en su empleada, aguantar que me pegaran. Cuando tenía 10 añitos, el señor de la casa quiso manosearme. Busqué a alguien de las Farc y le dije lo que me pasaba. Entonces me adoptaron como propia. No fue un reclutamiento, yo estaba desamparada y es el caso de muchos”, aseguró la actual líder del ETCR.

Como era tan pequeña no podía ir a combate, por lo que se quedaba atrás, pero sentía frustración e impotencia al no poder hacer nada cuando muchos de los que se convirtieron en “compañeros y hermanos” llegaban heridos o agonizando.

Luz Marina recordó que hacia finales de los 80, en las Farc había un déficit inmenso en el campo de la medicina. “Nadie sabía hacer un procedimiento o una curación, solo lo básico, limpiar o lavar con agua una herida y aplicar una inyección”. 

Y entre risas y pena, describió una anécdota de dicha época. “Un compañero recibió un disparo en un brazo y se estaba desangrando porque la arteria estaba fracturada. Yo vi ese brazo colgando y sin saber qué hacer, cogí unas tijeras quirúrgicas, que no sabía cómo se utilizaban ni pa’ qué, y corté. Por instinto y por tratar de ayudar a este compañero, me acuerdo que fue la primera amputación que hice sin saber nada”.

Hace seis meses en San José del Guaviare, durante una reunión de excombatienes y después de 25 años logró reencontrarse con aquel compañero. “Yo llegué y no lo había visto, pero él se acordó de mí y me abrazó por la espalda con el bracito que le quedó, me saludó y me dijo: “¿No se acuerda? Mire, usted es la culpable de esto” y me movía el ñoquito (muñón) (risas). A pesar de eso, él sabia que era eso o perder la vida”, aseguró.

Dado que el conflicto tomó mayores dimensiones y las bajas y heridos fueron en aumento, los comandantes del antiguo Bloque Oriental de las Farc vieron la necesidad de formar personas en medicina. Con 14 años, Luz Marina empezó su formación y se convirtió en cirujana de la guerrilla.

La cárcel se convirtió en su universidad 

Luz Marina Giraldo estuvo dos veces en la cárcel y cuando llegó, no sabía leer ni escribir. Cuenta que logró aprender utilizar un Vademecum, el “diccionario de los médicos”. “Me daban fórmulas de miligramos y gramos y mililitros, pero me tocaba descifrarlo allí. Me enseñaron entonces el abecedario, las vocales y descifré esto”, dice en medio de risas.

En total, duró 14 años tras las rejas, tiempo que aprovechó para validar sus estudios de primaria y de bachillerato (secundaria), además de formarse en artes escénicas, artes plásticas y literatura (escribe poesía, crónica y cuentos). 

También hizo un técnico laboral en pedagogía infantil con el SENA y cuatro semestres de psicología infantil con la Universidad del Magdalena. Sin embargo, no pudo graduarse porque, según explicó, a los “prisioneros políticos” los trasladaban constantemente de una cárcel a otra cuando tomaban la vocería en temas de derechos humanos y denunciaban abusos.

Estuvo en penales de Valledupar, Cúcuta, Villavicencio, Yopal, Bogotá y Jamundí. 

A su lista de estudios se suman diplomados en Derechos Humanos y Paz y en Resolución de Conflictos. Esta experiencia le sirvió para conocer personas que le ayudaron a comprender los términos con que se negociaba la paz durante el gobierno de Juan Manuel Santos, como su profesor de literatura. “Pude conseguirme quién me descifrara esos términos horribles”, señala. 

Con el tiempo necesario para leer los acuerdos, los estudió minuciosamente. Asegura que encontró varias falencias, vacíos jurídicos y temas que están sujetos a interpretación y que hoy están afectando la implementación, como la conexidad de delitos relacionados con el conflicto armado, por ejemplo. 

Entre su primera captura, su pronta liberación y recaptura, tuvo dos hijos. Asegura que la experiencia en la cárcel le “dolió” por ellos, que quedaron en ese tiempo bajo cuidado de terceros y del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

Hoy Luz Marina es la principal líder del ETCR Mariana Páez, que alberga a 213 excombatientes de las Farc que adelantan al menos 11 proyectos productivos. Allí vive con sus hijos y con su esposo, Alexander Parra. También se ha reencontrado con su hermano mayor y otras personas a las que les salvó la vida.

Su proyecto político y el futuro de la paz

Desde que dejó las armas, Giraldo ha recibido reconocimientos por su labor. Se ganó el premio a ‘Mujer Metense’ y fue postulada al premio Mujer Cafam, uno de los más prestigiosos del país. También fue elegida como Mujer W, por la emisora W Radio de Colombia.  

Recalca con firmeza que, a pesar de las dificultades, “el compromiso es y será siempre consolidar” el proceso de paz.  

“A mí no me contaron la guerra, yo la viví. Y quienes estamos aquí, vivimos y sufrimos tanto la guerra que no la queremos más. Por eso (queremos) que la gente entienda que nosotros queremos un cambio para el país”, subrayó.

En un tono amigable les envió un mensaje a los detractores del proceso de paz y los invitó a que se acerquen a los espacios territoriales, donde está su “día a día”, y vean que lo único que ella y sus compañeros están tratando de hacer es “ser parte de la solución, no del problema”.

“Para mí es muy grato ver un excombatiente que vivió la guerra no sé cuántos años, con un bebé en los brazos o enamorado de sus hijos. Pero eso no lo ven afuera”, lamentó. 

También le envió un mensaje al Gobierno Nacional a que “piense más en las bases” y les cumpla, porque “un comandante sin tropas no hace nada; y si nos cumplen a nosotros, (quienes se han alejado del proceso), no van a tener argumentos para poder jalonarnos”. 

Giraldo mencionó una carta crítica al proceso que en mayo pasado dio a conocer por parte del exnegociador de paz ‘Iván Márquez’. Aseguró que “eso socava los esfuerzos y deja mucho que desear… Y si yo en territorio veo que no me llega la remesa, que no me están cumpliendo con la bancarización o que no me están ayudando con mis proyectos productivos o el desarrollo de la comunidad, digo sí, tienen la razón”, agregó. 

Para Luz Marina Giraldo, “la gente no ha entendido que el proceso de paz es un proyecto a veinte años o a más, quizás”, pues 53 años de lucha armada “no se arreglan en un año”. 

“La gente ha dicho: “ah sí, pero es que no han reparado a las víctimas”. Llevamos un año. “Es que no han entregado los secuestrados”. ¿Cuáles secuestrados a estas alturas de la vida? Nos exigen una cantidad de cosas que son absurdas, porque esto es un proyecto a largo plazo”, subraya.

Dice que Colombia “merece personas comprometidas que le pongamos la cara y le digamos a otros: vengan, quédense un día acá, tómense un tinto, un yogurt, coman cancharinas (hojaldras) y hagamos las pases (risas)”.

Entre los planes de esta exguerrillera están el convertirse en concejal de Mesetas e iniciar una carrera en administración pública, pues considera que “es muy importante poder prepararse para estar a la altura de la situación”.

Según contó, tiene el respaldo del personal del ETCR y de los habitantes de la región, que han “reconocido” su trabajo en la comunidad y saben que ha “tratado de hacer lo mejor posible”. Desde el 3 de agosto pasado entró en campaña política.

Y aunque hay “tantas necesidades apremiantes”, de lo que sí está segura es que lo más importante es llegar a hacer cambios radicales que beneficien a la comunidad, porque hay mucho “amarre político”, algo que “hay que tumbar”. Anadolu