Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político
Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, más que siete pecados capitales son lugares comunes que no distinguen extremas de derecha o izquierda; ego y vanidad propios de quienes se hacen elegir para ostentar las delicias del poder sin escuchar a nadie.
Independientemente de vigencias o argumentos, señalar la condición humana nos remite a pasiones muy arraigadas y que solo son vencidas cuando se entiende que la razón está por encima de la fuerza, el procedimiento supera el poder y el común acuerdo la coerción.
La sociedad de hoy enfrenta problemas enormes y retos aún más grandes, entre otros abolir la desigualdad impuesta por los culpables de muchas de nuestras desgracias, los políticos, esos mismos que nosotros elegimos.
Cabe destacar, muchos son buenos e incluso tienen las mejores intensiones, sin embargo el fracaso garantizado de quienes pretenden fungir como líderes obedece a que ellos, al igual que sus seguidores, no se han ocupado por de dejar un legado ni siquiera en los partidos por ellos creados, se han dedicado a exaltar su ego, proclamándose imprescindibles, absolutistas, únicos y salvadores, nada más distante del éxito personal y colectivo, este único lo verdaderamente importante.
Esa valoración y exaltación excesiva de uno mismo, tiene consecuencias nefastas, auspician aislamiento, rechazo social, irritabilidad, ansiedad, apatía, culpa y frustración, emociones que generan infelicidad y algo aún más complejo, “hipocresía”, hay un comité de aplausos que por temor reverencial les hace creer que tienen la razón, que todo se les ve bien y que jamás se equivocan.
Vencer los egos supone dejar de buscar reconocimiento, cuestionarse si necesitamos ser aceptados, aprender a ser humildes y objetivos, reconocer limitaciones, confrontar la competitividad, estar en el presente y trabajar en torno a los que piensan diferente a mi.
Si estas líneas nos llevan a identificar a alguien con nombre y apellido, no cabe duda, el problema no es quien, es que… se llama “ego”, un lugar común en izquierda, derecha y centro.