Aquellos que lo han consumido manifiestan haber sentido un orgasmo, una dosis de esta potente droga sintética equivale a un pequeño granito de azúcar.
Ahora piense que ese diminuto grano de azúcar es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más intenso que la morfina. Piense también que tan sólo dos granos de esa “azúcar” puede causarle la muerte. ¿Lo creería?
Pues en el mundo existe una sustancia con esas características, se llama fentanilo, una droga sintética que hace parte de los llamados opioides. Su producción en grandes cantidades se realiza en China, aunque Estados Unidos es el país que más la consume, convirtiéndose en el peor problema de salud pública que deben afrontar los norteamericanos.
En un principio el fentanilo era utilizado para aliviar dolores intensos, pero con los años su poder analgésico llamó la atención de los carteles de la droga que hoy lo comercializan como un estupefaciente más. Eso sí, sus efectos son devastadores. Para los expertos, consumir dos miligramos de esta potente droga, es considerado una sobredosis y puede acabar con la vida de quien la consume.
Tan sólo en 2017 el fármaco cobró la vida de por lo menos 30 mil estadounidenses, el 41,6% de las muertes por consumo de drogas en ese país. Y las alarmas están prendidas, pues se espera que la cifra aumente un 10% en el presente año. Esto, a pesar de los esfuerzos que realiza la administración del presidente Donald Trump.
Si realizamos una comparación entre las víctimas que ha cobrado este opioide y las registradas en los atentados a las Torres Gemelas en 2001, donde murieron 2.606 personas, podríamos decir que el fentanilo, produce cada mes en Estados Unidos una tragedia similar a la sufrida en Nueva York aquel fatídico 11 de septiembre.
La droga es inyectada o inhalada por los consumidores, al igual que la heroína, provocando en ellos sentimientos temporales de euforia a los que pueden seguir peligrosas reducciones de la respiración o de la presión sanguínea, así como náuseas, desvanecimientos y convulsiones que pueden derivar en muertes instantáneas por sobredosis. Algunos definen sus efectos como la sensación más grande y abrumadora de felicidad y paz interior. Para estas personas más que un orgasmo, se parece a la tranquila emoción poscoital.
Opioides como la cocaína o el fentanilo son tan peligrosos que no solo producen víctimas humanas. En 2015 en Estados Unidos murieron 36 perros antinarcóticos al olerlos en aeropuertos, terminales de buses y centrales de mensajerías. Para evitar que más caninos mueran a causa de los alucinógenos, los policías antinarcóticos llevan consigo un aerosol llamado Narcan, que aplican a los perros si sospechan que han entrado en contacto con la droga.
Son tan dañinos estos estupefacientes que los agentes de aduanas y policías al descubrirlos deben usar un protocolo de seguridad, compuesto de máscaras para respirar y guantes, pues la droga puede causar intoxicación al entrar en contacto con la piel.
China, la máquina del fentinilo
El gigante asiático se ha posicionado como el mayor productor del opioide, aunque la mayoría de sus laboratorios son ilegales, debido a que dentro del territorio chino está prohibida su comercialización, no así su venta al exterior, que se realiza a través de la internet profunda y luego se envía camuflada en otros productos.
Las autoridades norteamericanas aún no han podido cuantificar la producción de esta droga, lo que sí han establecido es quién es el principal comercializador del fentanilo en su territorio. Se trata del temido cartel de Sinaloa, el mismo de Joaquín ‘Chapo’ Guzmán, que extiende sus tentáculos por las principales ciudades de Estados Unidos.
El modus operandi del cartel se ha sofisticado, ahora adquiere directamente en el mercado negro los químicos y fabrica el fentanilo a bajo costo, obteniendo ganancias millonarias. Cada kilo de este opioide puede dejar en sus arcas un millón de dólares.
El año pasado, el presidente Donald Trump, advirtió en la ONU el problema de salud pública que causan en su país los opioides y señaló a China como uno de los principales causantes de esta epidemia; desde Beijing, adujeron, como respuesta, que el problema no era de quienes producían el fentanilo, sino de quienes lo consumían.
Pero muchos se preguntan, porque China, que tiene un férreo control sobre sus habitantes, no mantiene en cintura a las farmacéuticas clandestinas que producen los precursores del fentanilo. ¿Será que al gigante asiático le conviene la muerte de los estadounidenses y los enormes costos económicos que esta epidemia le genera a Washington?
Se calcula que en los próximos tres años este problema le costará a los Estados Unidos más de 500 billones de dólares, casi dos veces el Producto Interno Bruto de Colombia. Aunque en la tierra del ‘Tío Sam’ no son los únicos afectados por la proliferación del opioide. El año pasado en Canadá murieron más de 4 mil personas por consumir fentanilo. También se reporta su consumo en México, El Salvador y Guatemala. En Colombia las autoridades hasta el momento no tienen información de su comercialización.
El fentanilo está cambiando el negocio de las drogas en el mundo. Su producción es más barata y menos engorrosa que en el caso de la cocaína y marihuana: los insumos son fácilmente obtenibles en el mercado internacional, no requiere de grandes terrenos ni mucha mano de obra. Además, es fácilmente transportable.
Un sobre con fentanilo podría camuflarse como si fuera una bolsa de azúcar, aunque su poder es infinitamente superior, pues además de drogar y asesinar a miles de personas, consigue en un abrir y cerrar de ojos hacer millonario a quien consiga comercializarlo.
Con tantas mafias en Colombia, ¿cuanto se demorará para que este comercio ilegal llegue a nuestro país?. Si así fuera el resultado sería nefasto para nuestro precario sistema de salud.