Durante un año ha sido considerado el dinosaurio aviano más pequeño conocido, apenas del tamaño de un colibrí. Un nuevo estudio indica ahora que aquella especie, que se llama Oculudentavis khaungraae, es en realidad un reptil del Cretácico, para lo que se basa en el análisis de un nuevo espécimen.
Si como dinosaurio aviano ya era especial, como lagarto también es “muy muy raro”, según el equipo internacional de científicos que ha publicado el nuevo estudio en Current Biology.
Los expertos, Arnau Bolet, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Cursafont, basaron sus estudios en otro un espécimen fósil hallado en 2019 que procedía de la misma mina que el Oculudentavis khaungraae.
En marzo de 2020 se describió aquella nueva especie de dinosaurio aviano, a partir de un pequeño cráneo de 99 millones de años de antigüedad atrapado en una piedra de ámbar de Myanmar.
Pero tras la publicación del hallazgo en Nature algunos expertos se mostraron escépticos sobre la identidad del animal y finalmente los autores acabaron retirando el artículo.
El nuevo espécimen sobre el que trabajaba el segundo equipo también estaba encerrado en ámbar, que contenía el cráneo y partes del esqueleto, y mostraba algunas características morfológicas nunca antes vistas.
“El espécimen nos desconcertó a todos al principio porque si se trataba de un lagarto ¡era uno muy muy raro!”, señala Bolet, en un comunicado.
Lea también: La OTAN se compromete a seguir financiando las fuerzas de seguridad afganas
Tras conocer la existencia del Oculudentavis khaungraae, el equipo concluyó que aquel que había sido clasificado como dinosaurio avaino y el espécimen que ellos habían estudiado “podían considerarse, sin lugar a duda, como miembros del mismo género de lagarto”.
El segundo espécimen se ha descrito como una nueva especie dentro del género Oculudentavis y bautizado como O. naga para honrar a varios grupos étnicos nativos del noreste de la India y el noroeste de Myanmar.
Ambos fósiles (O. naga y O. khaungraae) fueron segmentados digitalmente mediante un escáner de microtomografía computarizada para obtener imágenes detalladas de cada uno de los huesos y para estudiar mejor las diferencias.
“En el momento en que obtuvimos las primeras imágenes tomográficas empezamos una lluvia de ideas sobre de qué animal podía tratarse”, explica Juan Daza, de la Universidad Estatal Sam Houston (EE.UU).
El equipo también determinó que los cráneos de ambos ejemplares se habían deformado durante el proceso de fosilización. El morro de O. khaungraae se había estrechado y recordaba al pico de un ave, mientras que el de O. naga se había comprimido, lo que reforzaba las características aviarias de uno de los cráneos y las reptilianas del otro.
“Concluimos que ambos especímenes eran lo suficientemente parecidos como para pertenecer al mismo género, Oculudentavis, pero presentan una serie de diferencias que sugieren que se trata de especies distintas”, agrega Bolet.
Lea también: La pandemia retrasa más la lucha contra la corrupción en América Latina
Oculudentavis se distingue de otros lagartos por distintos rasgos, como el morro con cresta ahusada, las mandíbulas muy largas formadas por una porción dentaria larga y postdentaria muy corta, o la configuración del paladar.
Estas y otras características morfológicas “lo convierten en un lagarto de aspecto extraño, pero otras características clave como el tipo de implantación de los dientes, la forma del hueso escamoso o el modo en que la mandíbula inferior se articula con el cráneo, son evidencias suficientes para identificarlo como tal”.
Con esta información, el equipo pudo concluir que Oculudentavis no es un pájaro y que su parecido con las aves se debe a la convergencia en las proporciones del cráneo, pero en realidad no presenta ningún carácter físico que sustente la idea de una relación próxima con las aves.
Los depósitos de ámbar de Myanmar son “un tesoro de fósiles”, pero Daza destacó que existe un consenso entre los paleontólogos sobre el hecho de que adquirirlo de “forma ética es cada vez más complicado”, especialmente después de que el ejército tomara el control del país en febrero.
El equipo destaca que el espécimen de O. naga fue adquirido “siguiendo las pautas éticas para el uso del ámbar birmano” establecidas por la Society of Vertebrate Paleontology y se conserva en la Fundación del Museo Peretti (Suiza), mientras que el de O. khaungraae forma parte de la colección del Hupoge Amber Museum (China). EFE