La Era Dorada de las relaciones colombo-estadounidenses

ANDRÉS VILLOTA
ANDRÉS VILLOTA

La afinidad ideológica, programática y la empatía en la cosmovisión climática de Joe Biden y de Gustavo Petro, permite vislumbrar una Era Dorada en las relaciones diplomáticas de los Estados Unidos con Colombia, mientras que los dos presidentes permanezcan en el poder. Más aún, si tenemos en cuenta que los dos utilizaron la misma estrategia y el mismo método para poder llegar a la presidencia de sus países. Como lo dije hace unos meses, Gustavo Petro y Francia Márquez son los clones de Joe Biden y Kamala Harris.

Desde la época de Juan Manuel Santos y Barack Obama, no se había visto tanta empatía entre dos presidentes de las dos naciones. Al tiempo record de la llamada de felicitación de Joe Biden a Gustavo Petro, la más rápida en la historia de las relaciones diplomáticas de los dos países desde que se inventó la telefonía de larga distancia, se le suma el nombramiento del Canciller, Álvaro Leyva, un aristócrata bogotano, socio del Country Club y católico, lo que genera una fuerte empatía con Joe Biden.

El estratégico nombramiento de Luis Gilberto Murillo como embajador de Colombia en Washington asegura el flujo de capitales para “lo del clima”, cuestión en la que es experto Murillo después de haber sido el Ministro del Medio Ambiente de Juan Manuel Santos, el pre embajador es toda una autoridad en explotar la narrativa de vender intangibles, como la paz y el clima, y utilizarlos como fuente inagotable de recursos de cooperación internacional y de las jugosas donaciones que destinan los grandes altruistas del mundo para salvarnos, a todos, de ahogarnos porque se van a derretir los polos, según la narrativa oficial.

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Gustavo Petro asegura, con ese nombramiento, que sigan existiendo flujos de capital cuando el aparato productivo colombiano colapse por culpa de las expropiaciones, el aumento inconmensurable de los impuestos y del bloqueo a la producción por culpa, paradójicamente, del clima. También deja abierta la posibilidad de recibir importantes sumas de dineros públicos que le quitarían a los contribuyentes estadounidenses para financiar la tan importante y tan anhelada “justicia climática” en Colombia.

Sin que se conozca el significado del concepto, ni la destinación específica que tienen los recursos públicos para la “justicia climática”, lo único que sí es claro, es que nunca nadie va a poder cuestionar la obtención y destinación de esos recursos porque los avivatos que se benefician de esos muchos millones de dólares son lo que se inventaron la narrativa que convenció a la sociedad de que es la única forma para poder salvarse del apocalipsis climático que, supuestamente, se avecina.

El afán de Joe Biden por tratar de borrar el pasado vergonzoso de su partido, el Demócrata, lo ha llevado a reescribir la historia y a acusar a sus contradictores, del partido Republicano, de supremacistas blancos, racistas y Nazis, todo lo que han sido, en realidad, los militantes del partido Demócrata. No olvidar que los militantes del partido Demócrata, desde su fundación, han sido los grandes esclavistas, los grandes supremacistas blancos y han sido los racistas más radicales.

Por eso fundaron el grupo del Ku Klux Klan (KKK) en 1865 como una respuesta fundamentalista a la abolición de la esclavitud promulgada por el Republicano Abraham Lincoln en 1863 y fueron los que promulgaron las segregacionistas Leyes Jim Crow que le prohibieron a la población negra, el derecho al voto porque el voto negro era a favor del partido Republicano que les había dado la libertad.

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Ese pasado lleno de atrocidades raciales de su partido político, el Demócrata, ha llevado a Joe Biden a realizar un proceso de “face wash”, mostrándose a favor de las negritudes y de sus iniciativas. Apoyó abiertamente al grupo terrorista Black Lives Matter y no dudó en excluir a todos los grupos sociales estadounidenses, privilegiando a las mujeres negras al momento de nominar a Ketanji Brown Jackson como miembro de la Corte Suprema de Justicia. En esa misma línea, se da por descontado que las solicitudes que haga al gobierno Biden, el embajador Luis Gilberto Murillo en Washington, van a ser acogidas y resueltas con prontitud.

Otro punto de coincidencia, es el manejo económico que le ha dado el gobierno de Biden y el que le piensa dar Petro al suyo. La mayoría de los encargados del manejo económico de Biden y de Petro, son burócratas que jamás han trabajado y producido un solo dólar en el mundo real durante toda su vida laboral (algunos jamás han trabajado), lo que los hace totalmente ignorantes de las dinámicas de los mercados y genera una brecha inmensa entre las realidades económicas y sociales de una nación con sus dirigentes. José Antonio Ocampo, pre Ministro de Hacienda de Gustavo Petro, culpó del alza en el precio del dólar en Colombia al presidente Vladimir Putin, lo mismo que ha dicho Joe Biden de la inflación y del incremento del precio de la gasolina en Estados Unidos, que todo es culpa del presidente Vladimir Putin.

Sin embargo, tanta felicidad y tanto derroche de empatía podrían verse truncados. Esa luna de miel podría durar muy poco si tenemos en cuenta que, en noviembre, se da por descontado que el partido Republicano va a retomar el control del Congreso estadounidense y la narrativa del clima, cambio climático, justicia climática y calentamiento global se está auto destruyendo en Europa y en Estados Unidos.

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El presidente español, Pedro Sánchez, está contra las cuerdas y podría caer en cualquier momento. El principal aliado en Europa que tiene Gustavo Petro y que fue determinante para sentarlo en la Casa de Nariño, está sucumbiendo a una crisis económica sin precedentes, una crisis energética monumental y graves acusaciones por corrupción que han provocado la caída de la Fiscal General de España, Irene Montero. Periodistas, políticos, jueces, renuncian todos los días tras revelarse voluminosa información sobre miles de operaciones de lavado de activos, sobornos, financiación de los medios de comunicación privados a cambio de ocultar información o incriminar a los enemigos políticos del régimen. Hasta la Primera Dama española, Begoña Gómez, renunció a su cargo en la Universidad Instituto de Empresa (IE), ante la aparición de las pruebas de pagos de sobornos hechos a ella para que España le devolviera el Sahara a Marruecos, como efectivamente sucedió.

Se está destapando, quizá, la trama de corrupción más grande en la historia contemporánea del mundo, en la que estarían involucrados todos los estamentos de la sociedad española y que ha sido dirigida y orquestada por el partido Socialista Obrero Español (PSOE), el partido comunista PODEMOS (gran aliado de Petro), los separatistas y el resto de la extrema izquierda española.

La parte amarga para Gustavo Petro es que se ha nombrado, insistentemente, a la empresa INDRA, señalada por algunos de ser la pieza fundamental en el triunfo de Petro en las elecciones colombianas. Y el Grupo PRISA, dueño de Caracol Radio, la FM y otras emisoras y medios colombianos, también aparece involucrado en la fabricación de noticias falsas y de recibir sobornos para crear historias con el objetivo de enlodar la reputación de los enemigos de los que pagaban por esos “servicios”.

Si Alvise Pérez sigue publicando toda la información sobre PRISA e INDRA y su intervención en múltiples procesos electorales alrededor del mundo y la sigue  presentándo ante los jueces españoles, se podría revelar, en el futuro cercano, toda la verdad detrás del “triunfo” de Joe Biden y de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales que marcaría el final de la Era Dorada de las relaciones colombo-estadounidenses.