Cuatro meses después, el vendaval de fútbol con el que España vapuleó a Alemania para acceder a la fase final de la Liga de Naciones se convirtió en juego previsible y con poca llegada, para iniciar con un resultado inesperado en el camino a Catar 2022, cediendo un empate en el Nuevo Los Cármenes ante Grecia en un choque marcado por la decisión de un extraño penalti.
La primera aparición de Morata tardó 33 minutos en llegar, pero fue letal. Control de pecho y remate de zurda arriba sin dejar caer el balón. El problema parecía resuelto.
El dominio no fue sinónimo de buen fútbol porque España se atascó tras un buen inicio. No se cumplía el minuto dos cuando Dani Olmo cabeceaba sin precisión, encontrándose el balón, al centro desde el costado derecho. Y antes del cuarto de hora Koke perdonaba una doble ocasión, sin poder superar el muro defensivo con sus disparos desde el punto de penalti.
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Y cuando parecía que Grecia no marcaría ni en dos días de partido, con Marcos Llorente exhibiendo físico para frenar cualquier intento de contragolpe, llegó una decisión del colegiado que cambió el rumbo. Solo a balón parado o por un despiste podía encajar un gol la selección española. Iñigo Martínez, que había sustituido al descanso a Ramos, se lanzó a despejar el balón dentro de su área y con la inercia, tras golpear el esférico, impactó en la tibia de Masouras. El penalti lo transformó Bakasetas.
A España le faltó imaginación y fe. Y Grecia celebró el empate como una gesta en casa del grande. Una selección española que pasó del éxtasis a la duda. EFE