El papa Francisco ha enviado una ayuda económica de 200.000 euros para los damnificados del tifón Rai en Filipinas y para los migrantes atrapados en la frontera de Bielorrusia con Polonia, informó hoy el Vaticano.
“Tras el tifón Rai que azotó Filipinas con extraordinaria vehemencia, golpeando, según fuentes de la ONU, a unos 8 millones de personas en 11 regiones, y causando enormes daños materiales, el papa ha decidido enviar en esta fase de la emergencia una primera aportación de 100.000 euros para ayudar a la población”, reveló el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
En colaboración con la Nunciatura Apostólica en Filipinas, “esta suma será enviada a la Iglesia local y destinada a las diócesis más afectadas por la calamidad para ser empleada en obras de asistencia”.
Más de 400 personas murieron y 1.100 resultaron heridas por el paso de Rai por Filipinas en diciembre pasado, con ráfagas de viento de hasta 240 kilómetros por hora, según las autoridades, que también cifraron en más de 500.000 los desplazados y 4,4 millones los afectados.
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La aportación del pontífice “es parte de la ayuda que se está activando en toda la Iglesia Católica y que involucra, además de a varias Conferencias Episcopales, a numerosas organizaciones benéficas”, añadió el Dicasterio en un comunicado.
Además, el pontífice “también decidió enviar una contribución de 100.000 euros a favor de grupos de inmigrantes varados entre Polonia y Bielorrusia y en ayuda de Cáritas Polonia para hacer frente a la emergencia migratoria en la frontera entre ambos países, debida a la situación de conflicto que se vive desde hace más de 10 años”.
Desde agosto pasado, cuando Bielorrusia liberalizó el régimen de visados para varios países de Oriente Medio, miles de iraquíes, sirios y yemeníes, entre otros, acudieron allí para intentar cruzar a Polonia, Lituania y Letonia, miembros de la Unión Europea.
Estos respondieron blindando sus fronteras y expulsando en caliente a quienes lograban aprehender, lo que dejó a muchos de ellos varados en tierra de nadie, dado que el Ejército bielorruso no les permitía volver atrás, y que ahora se enfrentan a la dureza del invierno.