Si la idea de la constituyente fue para presionar y amenazar al Congreso, de nuevo el presidente se equivoca y deja ver su faceta más autócrata.
El gobierno de Gustavo Petro fracasó. En solo 20 meses de mandato, la incoherencia, el fanatismo ideológico, el rechazo a la ciencia, el señalar culpables, la actitud permanente de víctima, la molestia frente a los controles constitucionales y el equilibrio de poderes, escándalos internos, baja ejecución, todo lo anterior con sus respectivas consecuencias en malos índices económicos, en la pérdida de control en el territorio para dar paso a grupos armados ilegales, falta de gobernabilidad, inseguridad jurídica y falta de confianza para inversiones, nula posibilidad de concertación de sus reformas en el Congreso, pasaron la cuenta de cobro a un gobierno que para ocultar el fracaso solo le quedaba proponer una asamblea nacional constituyente.
Pero la constituyente no es una herramienta diseñada para acomodarla al interés político de cada presidente ni mucho menos a sus pretensiones, de lo contrario cada cuatro años al son del mandatario de turno, Colombia tendría un proceso constituyente. Son los presidentes quienes deben acomodarse a la constitución no la constitución a ellos.
Las reglas y principios constitucionales vigentes han permitido la consolidación de un sistema democrático en Colombia que, amenazado constantemente por la violencia, el narcotráfico y la corrupción, ha logrado sortear los retos que estos fenómenos plantean, fortaleciendo sus instituciones y generando una relativa estabilidad si se compara el nuestro con otros sistemas políticos de América Latina.
Ahora, si la idea de la constituyente fue para presionar y amenazar al Congreso de la República, de nuevo el presidente se equivoca y deja ver su faceta más autócrata, al mismo tiempo que evidencia el fracaso de su gobierno y el desespero al darse cuenta que todo, afortunadamente, no es como él piense y diga.
Realmente la pataleta presidencial del viernes en Cali no sorprende. Gustavo Petro sabe, a punta de palabra y discurso, poner a hablar al país sobre ideas como la etnia cósmica, expandir el virus de la vida por las estrellas del universo, afirmar una y otra vez que no pertenece al club El Nogal, que lo quieren tumbar de la presidencia mediante un golpe blando, que existe una ruptura institucional, que solo a él y su gobierno le tumban Senadores, alcaldes y dirigentes diplomáticos y en el entre tanto no hace más que acumular fracasos e inestabilidad, mientras el país entero soporta las consecuencias de su mal gobierno.
Pero se le olvida al presidente que quien golpea la mesa una y otra vez generando crisis política es él mismo, fue el presidente quien vía redes sociales rompió la coalición de gobierno cuando la ponencia de reforma a la salud estuvo a punto de archivarse en primer debate, fue el presidente quien tras la firma de ocho senadores de la ponencia de archivo de la reforma a la salud no tuvo remedio más que lanzar la idea de una constituyente todo por la incapacidad de concertar, de nuevo, culpando a todos sin reconocer los errores propios.
Desde luego no hay que subestimar las pretensiones del presidente, pues él o sus más fieles escuderos e intérpretes ideológicos pueden, segados por el fanatismo, adelantar acciones en nombre del supuesto mandato popular que se ha convertido en la perfecta excusa para incluso como hizo la Superintendente de Industria y Comercio ordenar visitas administrativas a la Registraduría y querer llevarse contraseñas de correos de funcionarios y copias de computadores sin orden judicial, al punto de que el registrador nacional tuvo que recurrir de emergencia a la Procuraduría General de la Nación.
El Congreso de la República debe continuar ejerciendo su labor legislativa aún con las amenazas y señalamientos que se ciernen sobre congresistas que piensan distinto al actual gobierno y actúan dirigidos por el bienestar general y no por agradar al gobierno del cambio.
Por: Víctor Manuel Salcedo
Representante a la Cámara, partido de la U.