Después de cualquier elección hay ganadores y derrotados, tras una guerra sin armas representada en el resultado del escrutinio.
Después de cualquier elección hay ganadores y derrotados, tras una guerra sin armas representada en el resultado del escrutinio, quedan tristezas y alegrías que deben dejar enseñanzas.
Hay para todos los gustos, no cabe duda: “si quiere gobernar debe escuchar; para mañana ganar, hay que aprender a perder”.
Un buen triunfo es el que se adopta con humildad, con tranquilidad, sin hostilidad; una buena derrota la que corrige, la que acepta pronto tras diferencias porcentuales amplias.
Algunos cuando ganan no caben de la dicha, tan así que engrandecen su ego y vanidad, no vuelven a contestar el teléfono, copan su agenda con nuevos mejores amigos y aturdidos pierden el norte, se embriagan de un poderío efímero, hipócrita y falaz, es de anotar, no pasa siempre.
Otros derrotados, muerden su rabia, buscan culpables, se niegan a aceptar, se sumergen en una triste sonrisa y continúan señalando adversarios, que si bien pueden ser merecedores del “insultario”, ganan por diferencias irrecuperables.
Hay diferencias en votación suficientes para establecer tendencias uninominales, si hay irregularidades evidentes: “denuncie”, pero deje la “bulla” que la legalidad hará lo propio en la medida que sus señalamientos sean contundentes.
La más sana recomendación, luche por la paz de la comunidad que no quiere su ruido ensordecedor, sus gritos confusos, el tiempo da la razón al que con argumentos sólidos demuestra irregularidades, ese que sabe perder, aprender, esperar y comunicar.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político