El amor de la población está por el piso y hemos llegado a tal punto que la minoría votante, defiende sufragar por el menos malo, no por el mejor.
La mayoría de los que eligen esperan cambios, solo si los que no lo hacen, transforman su postura, pueden obtenerse.
El abstencionista por lo general cree que el sistema está vacío y corrupto, se atiene al resultado que suma la intención de los que eligen, tal y como ocurre con el voto en blanco, puede decirse qué hay una autoestima electoral poco saludable.
“Gane el que gane me toca salir a trabajar, siempre son los mismos, si votar sirviera estaría prohibido, tengo cosas más importantes que hacer, no hay diferencia entre unos y otros…”, son algunas de las justificaciones regulares que usa un abstencionista para defender su postura de no salir a las urnas, pues bien, ese es el reto: “hay que convencer a vegetarianos para ir a un asado”.
Es simple, la manera en que elegimos candidaturas no genera confianza, el amor de la población está por el piso y hemos llegado a tal punto que la minoría votante, defiende sufragar por el menos malo, no por el mejor.
Apáticos e indiferentes, los potenciales electores ya no creen en promesas absurdas que nunca se cumplen, por su parte los fanáticos que insultan para resguardar lo indefendible, quieren obligarnos a pensar como ellos.
Según la fabula política: la hormiga por odio a la cucaracha voto al insecticida y así, murieron todos, incluso el grillo que votó en blanco y el roedor que no votó.
El panorama muestra buenos ciudadanos muchos de los cuales lamentablemente se abstienen, solo por eso no son tan buenos, así mismo hay malos ciudadanos con pésimas decisiones, al hacerlo equivocadamente terminan siendo tan responsables como los primeros, elegir y hacerlo bien, termina siendo un deber.
La única manera de botar con “B”, es Votar con “V”, cuando lo entendamos habremos dado un gran paso.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político