Estamos frente a un desafío para los gobernantes, “su necesidad de llamar la atención les hizo perder la atención”.
Aún cuando hoy haya quienes se resistan a entenderlo, ya no se puede hacer política sin el activismo digital para comunicarse con la ciudadanía, todo un desafío asociado a la gestión de la comunicación y la privacidad.
Las denominadas redes sociales, a veces “antisociales”, se han convertido en el mecanismo habitual para compartir ideas, debatir temas y comunicar, sin que hayan reemplazado aún el funcionamiento formal del gobierno, pues a pesar de ser rápidas, masivas y recurrir a una narrativa simple en respuesta a rumores o desinformación, contrastan con la betusta manera de concebir lo público.
No cabe duda, parece una ruta hacia lo desconocido, por un lado un entorno digital en constante evolución, por el otro gobiernos que deben proteger privacidad, seguridad cibernética y uso responsable de la información, y en una esquina mandatarios digitales, activistas desaforados y sin control que irrumpen con cualquier controversia.
El tiempo aparentemente abrió un espacio para que todos expresen sus opiniones, críticas y descontento de manera abierta y pública, sin embargo la saturación excesiva de contenido ha originado apatía y cada vez más, hay cuestionamiento, mal interpretación y ausencia de control en la información.
Millones de voces al mismo tiempo, como un motor fuera de borda, eso es lo que tenemos hoy, un reto que conduce a encontrar como gestionar la imagen y reputación pública; cada publicación, comentario o interacción puede ser objeto de escrutinio y debate, lo que requiere una cuidadosa consideración sobre la estrategia en línea.
Estamos frente a un desafío para los gobernantes, la percepción según la cual se han distanciado de la gente les muestra como representantes de una clase política profesionalizada y desconectada de la realidad, les falta transparencia, rendición de cuentas, confianza y empatía, “su necesidad de llamar la atención les hizo perder la atención”.
Mientras tanto, la cotidianidad sigue su curso, deja huella algorítmica y rastro digital, la lectura de la historia y su interpretación fría e inhumana corresponderá a las máquinas, mientras a los gobernados les queda el Voto: “única manifestación de independencia y autonomía”.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político