Bolsonaro empezó la vida política como concejal de Río de Janeiro, en 1988, después de salir del Ejército por problemas disciplinarios: publicó una columna en una gran revista quejándose del “bajo sueldo” de los militares y fue acusado de planear explotar bombas en unidades militares (después se le consideró inocente). En 1990, se eligió como diputado federal por Río y, desde entonces, permaneció en la Cámara por otras seis legislaturas, de 1995 a 2018, siendo el más votado en 2014. En 27 años como diputado, solo logró aprobar dos proyectos de ley.
De hecho, se hizo más conocido en 2014, cuando se postuló para presidir la Comisión de Derechos Humanos del Congreso. Fue cuando empezaron a salir a la luz sus declaraciones más polémicas: “No la violo porque no se lo merece”. “Los quilombolas (descendientes de esclavos africanos que viven en comunidades protegidas) no sirven ni siquiera para procrear”. “Prefiero tener un hijo muerto a tener un hijo gay”. “Las mujeres deben ganar menos porque se quedan embarazadas”. “El error de la dictadura fue torturar en vez de matar”.
Como diputado, Bolsonaro defendió la estatización máxima de la economía, votando contra privatizaciones. El pasado febrero, hizo un guiño al mercado financiero al anunciar al economista Paulo Guedes como su mentor económico y posible futuro Ministro. El mismo día en que lo hizo, la bolsa de valores brasileña, registró un alza.
Guedes se convirtió, así, en el fiador del ultraconservador, incluyendo en el plan del candidato un proyecto “radical” de privatizaciones y una reforma tributaria para disminuir impuestos para empresas. “Yo no entiendo nada de economía, eso se lo podéis preguntar a Guedes”, suele contestar Bolsonaro.
“Bolsonaro representa a la clase media, olvidada y abandonada por la izquierda, agredida en sus principios y valores, que desea orden”, dice Guedes. Aunque Bolsonaro hace, con frecuencia, apología a la dictadura, el economista afirma no creer que el candidato amenazaría la democracia. La única propuesta del candidato para la educación es crear escuelas administradas por militares en todas las regiones de Brasil.
Algunos expertos consideran que la marca emocional que Bolsonaro alimentó, de combatir la violencia con violencia y su discurso moralizador, han sido comprada con mucha convicción. Para sus seguidores, es un “mito”. Allá donde vaya, es recibido como un héroe. La gente se aglomera para saludarlo. Se trata de un fenómeno que empezó en las redes sociales, donde el exmilitar tiene casi siete millones de seguidores.
Las encuestas, sin embargo, revelan que una mayoría de los brasileños defienden posiciones progresistas sobre derechos humanos, matrimonio gay o aborto.
Fernando Haddad, forzado sustituto de Lula.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva quería que Jaques Wagner, exgobernador de Bahía, asumiera su puesto de candidato a la presidencia de Brasil por el Partido de los Trabajadores (PT) cuando la Justicia Electoral lo declarara inelegible.
Pero Fernando Haddad, de 55 años, economista y doctor en Filosofía, exalcalde de Sao Paulo, contó con buena suerte, ante el rechazo de Wagner por ocupar el puesto de Lula. Apostó en lo esencial: necesitaba dejar atrás el barniz de intelectual de la Universidad de Sao Paulo (USP) y asumir el vestuario de militante ‘petista’.
Haddad, quien tiene cinco libros publicados, cambió la vida académica por la política en 2001, cuando se encargó de la Secretaría de Finanzas de Sao Paulo, hasta 2003, cuando pasó a integrar el equipo del Ministerio de Planificación, como asesor especial durante el primer gobierno de Lula. Durante ese período cuenta:“El arte marcial me ayudó a controlarme durante los momentos más críticos de las campañas”.
Su primer empleo fue como vendedor en la tienda de tejidos de su padre, el libanés Khalil Haddad, quien emigró hacía Brasil en 1947 y se casó con la brasileña hija de libaneses Norma Thereza Goussain Haddad.
El aspirante, segundo en los sondeos previo a la primera vuelta este domingo, creció en barrios de clase media de la mayor ciudad de Brasil y en los años 1980, cuando ya temblaba la dictadura militar que gobernaba el país desde 1964, empezó a actuar en la militancia estudiantil.
Su gran influencia, afirma, es su abuelo Cury Habib, que luchó en Líbano contra el dominio francés después de la Primera Guerra Mundial. Haddad siempre lleva una foto suya en la cartera. “Sus valores éticos, culturales y políticos son mis grandes referentes”, explica.
Ciro Gomes, la élite terrateniente presentada como alternativa de centro.
Perteneciente a una familia terrateniente tradicional en el estado de Ceará, al nordeste del país, Ciro Gomes (Partido Laborista de Brasil – PTB), de 60 años, se presenta por tercera vez a los comicios presidenciales (también lo hizo en 1998 y 2002, cuando quedó en tercer y cuarto lugar, respectivamente). Hoy, según las últimas encuestas, se ubica en la tercera posición de la carrera electoral.
La familia Gomes empezó en la pequeña ciudad de Sobral, donde tiene un historial de más de 100 años de vida pública como funcionarios de la administración. En 1975 su padre José Euclides Ferreira Gomes Júnior, se metió en la política y fue elegido como alcalde del pueblo.
Ciro fue diputado, alcalde de Fortaleza (capital de Ceará) y gobernador del estado antes de ser llamado por el presidente Itamar Franco para ser ministro de Hacienda, cuando ayudó a implementar el Plan Real, que creó la moneda que garantizó la estabilidad económica al país. Durante el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva fue ministro de Integración Nacional.
Pasó por seis partidos diferentes, desde la derecha más tradicional hasta el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), coqueteando ocasionalmente con el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula (en 2016 llegó a decir que si el expresidente fuera encarcelado, lo secuestraría y lo llevaría a una embajada).
Abogado de formación, Ciro propone una reforma tributaria para grandes fortunas, nuevos proyectos de industrialización, una reformulación del sistema de pensiones y mantener los programas sociales creados durante los gobiernos de izquierda. Su mayor propaganda es la educación. Sobral, su cuna política, tiene los mejores índices de enseñanza básica del país y suele ser referencia internacional en innovación en el aula.
En 2018 ha moderado su discurso y busca presentarse como una alternativa de centro ante la cada vez más violenta polarización de votos entre Bolsonaro y Haddad, del PT, un partido odiado por muchos.
Sus promesas han calado, sobre todo entre miembros de la élite cultural e intelectual del país. El cantante Caetano Veloso fue la primera personalidad pública en declarar su voto por Gomes: “Voto por él por respeto a las políticas sociales de Lula y en homenaje al plan económico de (el expresidente) Fernando Henrique Cardoso.
Geraldo Alckmin, la cara del establecimiento que pretende romper la polarización.
Candidato a la presidencia de Brasil por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el más tradicional partido de centro-derecha del país, Alkmin es un tipo de voz suave, perfil discreto y costumbres de un hombre de pueblo. Al mismo tiempo es considerado uno de los 60 hombres más poderosos del país.
Alckmin se inició en la vida política a los 19 años como concejal por el Movimiento Democrático Brasileño. Ejerció como alcalde, diputado estatal y diputado federal hasta crear, en 1990, el PSDB, al lado de nombres como el del expresidente Fernando Henrique Cardoso y José Serra. Por cuatro veces, Alckmin ocupó el puesto de gobernador del Estado más rico de Brasil, entre 2001 y 2006 y otra vez entre 2011 y 2018.
Logró el apoyo más codiciado de estas elecciones: el del conglomerado de 12 pequeños partidos de centro-derecha que suman más de 130 parlamentarios en el Congreso. Sin embargo se ubica cuarto o quinto en las más recientes encuestas.
Alckmin ya intentó elegirse presidente en 2006, cuando se presentó a los brasileños de fuera de Sao Paulo como un “administrador competente” y un “hombre honesto, fiable y ético”, que estudió en escuelas públicas y que trabajó para pagarse la facultad. Aquel entonces fue derrotado por Lula. Después de lograr casi 40 millones de votos en la primera vuelta, no pasó de los 37 millones en la segunda.
A pesar del bajo perfil, sus colegas dicen que al candidato le gusta contar historias, desde anécdotas políticas hasta cuentos de su ciudad natal.
Marina Silva, espera que su tercera candidatura sea la vencida
Silva, de 60 años, única mujer candidata a las elecciones presidenciales suele repetir ante la prensa que “Fue por no conformarme, por no desistir, que he llegado donde estoy”.
Creadora del partido Red Sustentabilidad ha hecho de su biografía un ejemplo de su lucha política. Fue la senadora más joven de la historia de Brasil (a los 36 años). Nació en un Seringal del estado del Acre, en medio de la floresta amazónica. Sus padres tuvieron once hijos, de los cuales solo ocho sobrevivieron.
A los 15 años, se quedó huérfana de madre. A los 16, sobrevivió a una hepatitis, además de haber sufrido de cinco malarias, leishmaniosis y contaminación por mercurio. Compaginó los estudios con el trabajo como limpiadora doméstica y con la vida religiosa, cuando su sueño era ser monja.
Todo cambió en 1975, cuando conoció al activista socioambiental Chico Mendes. En 1997 ganó el Global Environmental Prize, considerado el Nobel del medio ambiente. En 2008, cuando ocupaba el puesto de Ministra del Medio Ambiente del Gobierno de Luis Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores – PT), entró en la lista del diario británico The Guardian como una de las “50 personas capaces de salvar el planeta”.
Después de 24 años en el PT, Silva dejó el partido en 2009 por no estar de acuerdo con sus políticas medioambientales, sobre todo con la entonces ministra de Planificación, Dilma Rousseff, informa Anadolu.
Silva presenta sus propuestas para el país como combatir las privatizaciones, mantener programas sociales y de transferencia de renta como el Bolsa Familia (estrella del Gobierno Lula), proteger las poblaciones más vulnerables y combatir el impacto de los impuestos sobre los más pobres. Es menos clara en temas de clamor social, como la legalización de drogas y del aborto. “Como evangélica, estoy en contra de esas cosas. Pero el Estado es laico, así que convocaría un plebiscito para que la sociedad decidiera”, sostiene.