Con octavillas lanzadas desde helicópteros sobre varios caseríos de la región del Urabá, la Policía busca aliados para reforzar su lucha contra el Clan del Golfo, la mayor banda criminal del país, liderada por Dairo Antonio Úsuga, alias “Otoniel”.
Esta rica región en la frontera con Panamá que se distribuye entre los departamentos de Antioquia, Córdoba, Chocó y cuyo nombre en lengua de los indígenas katíos significa “La tierra prometida”, ha sido escenario de masacres en la que fueron asesinados por paramilitares y guerrilleros de las FARC decenas de trabajadores de fincas bananeras.
En esa zona estratégica considerada el cruce de caminos entre el Caribe y el Pacífico, los dos mayores mares de la economía mundial, se originó la banda del Clan del Golfo que se convirtió en la mayor red criminal, con tentáculos en casi todo el país y en el exterior gracias al poder económico conseguido por las millonarias ganancias derivadas del tráfico de cocaína.
Con el acto de lanzar miles de volantes, la Policía de Colombia relanzó el “plan Agamenón”, una estrategia que además incluye recompensas hasta por cinco millones de dólares por delaciones que lleven a la captura de “Otoniel”.
Por este exguerrillero y exparamilitar el Gobierno colombiano también tiene listos 1,1 millones de dólares adicionales para quien dé información sobre su paradero.
En busca de las huellas del ahora mayor narcotraficante del país, el director de Antinarcóticos de la Policía colombiana, general José Ángel Mendoza Guzmán, viajó esta semana al municipio de Apartadó, el corazón del “plan Agamenón” iniciado hace unos dos años con el único fin de capturar o abatir a “Otoniel” y otros mandos de la banda como Roberto Vargas Gutiérrez, alias “Gavilán”.
Entre enero de 2015 y mayo de este año, las autoridades han capturado a 1.059 personas vinculadas de una u otra forma a la organización, incautado casi 100 toneladas de cocaína, destruido 81 laboratorios para el procesamiento de coca y más de 200 hectáreas de cultivos ilícitos, así como también han ocupado 517 bienes.
Por eso y por otras razones como el encarcelamiento de varios de sus testaferros, entre ellos Blanca Madrid, alias “La flaca”, esposa de “Otoniel”; su hermana, Nini Johana Úsuga David; cuñados, tíos y sobrinos, el general Mendoza está convencido que el Clan del Golfo “está en sus postrimerías”.
Además del trabajo sincronizado del Estado, de la colaboración de la ciudadanía, el “plan Agamenón” será reforzado con más soldados, policías y también entrarán a escena cinco helicópteros “Halcón Negro”, con lo que se busca estrechar más el cerco sobre “Otoniel” que a fuerza de sangre atemoriza a la población.
Desde 2013 “Otoniel” entró a figurar en la “Lista Clinton” de EE.UU. junto a los más peligrosos narcotraficantes y blanqueadores de dinero en el mundo.
Las armas les han permitido al Clan del Golfo realizar “paros armados” en la región con lo que logran impedir las actividades productivas, principalmente con prohibiciones de libre de circulación de vehículos y personas.
Las autoridades también los sindican de matar a once policías a través del denominado “plan pistola”, una modalidad que logró su mayor auge en las épocas de Pablo Escobar, el jefe del “Cartel de Medellín”, quien al verse cercado comenzó a pagar sicarios para asesinar agentes y demostrar así poder.
“No deja de dar miedo cuando se habla de lo que pasa en la región porque la violencia ha estado presente desde hace muchos años”, dice un trabajador de una finca bananera que guarda su nombre mientras recibe de manos del general Mendoza una octavilla en la que se detallan los montos de las recompensas y los números de teléfono a los que pueden llamar para dar información sobre los capos.
Con el relanzamiento del “plan Agamenón”, las autoridades confían en capturar a “Otoniel”, uno de once hermanos que prefirió dejar de vender productos lácteos para enrolarse con la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL) para luego hacer parte de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Ahora, según las autoridades, “Otoniel” se mueve a lomo de mula por la región del Urabá, no utiliza celulares para las comunicaciones por el miedo a ser ubicado, y da órdenes a través de cartas que se entregan de mano en mano, mientras su emporio criminal es asediado por las autoridade, reseñó Efe.