La vida de Alan García llegó este miércoles a un trágico final tras 35 años como protagonista de la política peruana, en la que irrumpió en 1985 como “Caballo loco”, el impetuoso líder que asumió el poder como el más joven presidente de América y quién tomó un camino final azotado por la corrupción.
García falleció en un hospital limeño en medio de una gran conmoción ciudadana, mientras era atendido de un disparo en la cabeza que se infringió cuando iba a ser detenido por la policía a pedido del Poder Judicial, acusado de haber cometido un delito de lavado de activos.
El final de García fue causado en último extremo por la sombra de la corrupción, que acompañó su paso por la política, sombra de la que pudo escapar con éxito en numerosas ocasiones pero que, tras el estallido del escándalo Lava Jato y las confesiones de la empresa brasileña Odebrecht, le dejó completamente arrinconado.
La situación del exmandatario se precipitó en noviembre de 2018, cuando García, quien residía en España, visitó su país natal para participar en una cita con la Fiscalía para ser interrogado en el marco de una investigación por corrupción que vinculaba a varios de sus colaboradores.
Allí se encontró con su inclusión en la lista de investigados y con un pedido de impedimento de salida del país, mientras la prensa informaba de que documentación aportada por Odebrecht recogía pagos irregulares al exmandatario que confirmarían su participación en actos de corrupción.
García, sobre el que en ese momento no pesaba ninguna orden de detención, buscó refugio en la residencia del embajador uruguayo en Lima aduciendo “persecución política”.
Tras varias semanas, Uruguay rechazó ese pedido y un escarmentado García salió de la sede diplomática muy dañado en su prestigio y consciente de que en esta ocasión ya no recibiría apoyo externo en su lucha por eludir a la Justicia.
Lejos quedó la fecha de 1992, cuando empleó con éxito la misma estrategia tras el autogolpe que protagonizó Alberto Fujimori, y después de ser acusado de enriquecimiento ilícito y haber ordenado una matanza de presos por terrorismo en varios penales del país para refugiarse con éxito en la Embajada de Colombia en Lima.
Desde allí partió al exilio, primero a Colombia y luego a Francia, donde permaneció hasta que en 2001 la Corte Suprema de Perú declaró prescritos aquellos delitos, por los que nunca fue juzgado.
El primer Gobierno de García (1985-1990) es considerado como desastroso por la mayor parte de los peruanos, debido a la profunda crisis económica y el embate del grupo terrorista Sendero Luminoso, que sin embargo volvieron a elegirlo en 2006.
En ese segundo período realizó un viraje ideológico radical de la izquierda de sus orígenes a una derecha económica y social sin complejos, mientras en el imaginario colectivo de Perú quedaba como un personaje inmune a toda acusación.
García hizo su carrera política en el seno del histórico e izquierdista Partido Aprista Peruano (PAP), fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
Nacido el 23 de mayo de 1949, Alan Gabriel Ludwing García Pérez se licenció en Derecho por la Universidad de San Marcos de Lima, se doctoró en la Complutense de Madrid y amplió estudios en la Sorbona de París.
Regresó a Perú en 1978 e integró la Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna de 1979, después fue diputado por Lima y en 1982 secretario general del PAP, lo que catapultó su candidatura a la Presidencia en 1985.
Como gobernante, vivió dos años de idilio con el pueblo, con medidas como la restricción del pago de la deuda exterior, el rechazo a los organismos multilaterales, la reducción de gastos militares y la limitación de las importaciones.
Allí, con 36 años, se ganó el apodo de “Caballo loco”.
El punto de inflexión llegó en 1987 cuando intentó nacionalizar la banca, lo que generó una oleada de protestas lideradas por el escritor y futuro premio Nobel Mario Vargas Llosa.
Bajo su mandato además se produjo también la masacre de más de 200 presos en tres cárceles de Lima, en 1986, como respuesta a un motín de presuntos terroristas.
En 1990, la economía del país estaba colapsada, la inflación superaba el 7.000 por ciento anual y la figura política de García estaba totalmente desprestigiada.
Luego vino el exilio y el retorno al país, en donde compitió por la Presidencia en 2001, en una votación que ganó Alejandro Toledo.
Ya en 2006 volvió a presentarse, esta vez reconvertido a la ortodoxia económica y pese al lastre de su pasado, se impuso en la segunda vuelta electoral al nacionalista e izquierdista Ollanta Humala.
La nueva gestión (2006-2011) fue exitosa en lo económico, y en ella se multiplicó la inversión en el país.
En 2016, al postular a un tercer mandato, García no superó el 5 % de los votos, lo que le llevó a renunciar a sus cargos en el PAP y mudarse a España, donde residía hasta que quedó impedido para salir de Perú por orden de la justicia.
García estuvo casado en segundas nupcias con la economista argentina Pilar Nores, quien lo acompañó en sus dos mandatos como primera dama.
Se separó de ella en 2009, meses después de que se conociera públicamente que mantuvo una relación extramatrimonial con Roxanne Cheesman, con quien tuvo su sexto y último hijo. Efe