Ahmad, refugiado homosexual con una orden de deportación a Afganistán

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Mientras sus compatriotas aguardan a un vuelo de evacuación que les saque de Afganistán, Ahmad, un treintañero afgano que huyó de su familia repudiado por ser homosexual y apóstata, cruza los dedos para que Países Bajos, que le denegó su solicitud de asilo, no cumpla con su amenaza de deportarlo a Kabul.

Sentado con las piernas cruzadas en el sofá de una casa que le da refugio en Países Bajos, Ahmad explica a Efe cómo huyó aquel septiembre de 2014 de Afganistán, después de contar a su hermana “que le gustan los hombres” y ella le acusara de “ser una mala influencia” para sus hijos, exigiéndole abandonar su casa y su trabajo de mecánico, que había dado sustento a este joven analfabeto que nunca pisó una escuela.

Tenía entonces 23 años y sus padres llevaban tiempo fallecidos, por lo que su hermana es su única familia. “Mi vida era normal -relata-, hasta que empezó a haber sospechas sobre mi homosexualidad. Mis amigos hablaban cada vez más de chicas y a mi eso no me interesaba. Más bien empecé a tener más curiosidad por cómo me sentía con otros chicos. Me había dado la mano y un beso con algunos”.

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Recuerda que “tenía algo especial con el dueño del garaje donde trabajaba, pero un día el jefe le violó” y su “mundo se derrumbó”. Ahmad contó a su hermana lo que le había pasado, buscando su apoyo, pero ella acabó repudiándolo.

“Me dijo que no podían aceptar algo así, que haber sido violado por ese hombre significaba que yo era gay y que, si mi cuñado se enteraba, me mataría. Me insistió en que me fuera de Mazarí Sharif y dejó de hablar conmigo”, relata en pastún, único idioma que conoce.

Entonces decidió poner rumbo a Kabul, donde conoció a un chico homosexual con el que mantuvo una relación secreta.

Pero su vida corría peligro. “Si algún líder local o de mezquita me hubiese descubierto, me hubieran matado lapidado por no vivir acorde al Corán. Cuando la policía arresta a un gay, le chantajea y si no paga, le meten en la cárcel, diciendo al resto de prisioneros que es homosexual, lo que significa que te pegan y posiblemente te violan ahí dentro”, asegura.

Ese miedo le empujó a iniciar su viaje hacia Países Bajos, que le llevó un año y medio, y más de 6.000 dólares desembolsados a mafias de tráfico de personas que le guiaron para pasar de un país a otro ilegalmente.

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“Crucé primero la frontera hacia Irán, de ahí a Turquía, después Grecia, Hungría, Italia, Francia, Bélgica hasta Países Bajos. Viajé siempre con otros grupos y guiados de frontera a frontera, pero nadie sabía los motivos por los que cada uno había huido de su país”, explica.

Ahora sobrevive en Países Bajos con ayuda de otros refugiados homosexuales y asegura que su vida es “una pesadilla” en la que convive con pensamientos suicidas, imágenes de lo que supondría su vuelta a un país controlado por los talibanes, y la esperanza de lograr asilo en territorio neerlandés.

“Si tengo que volver ahora con los talibanes, que no aceptan la homosexualidad ni a los apostatas como yo, será mi final. Claro que puedo llevarlo en secreto, pero si me pillan me van a castigar de la peor manera. Me cortan las manos o los genitales, o me lapidarán hasta morir”, lamenta.

El servicio de inmigración neerlandés (IND) le negó el asilo al considerar “inverosímiles sus declaraciones sobre su presunta orientación homosexual”, lo que las ONG denunciaron con el lema “No Ser Lo Suficientemente Gay”, aunque sí vio “creíble” que es un musulmán apostata, pero no cree que su vida corra peligro en Afganistán por ello.

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Su abogado denuncia que “esta evaluación se realizó de forma obsoleta”, usando términos que se “basan en una perspectiva occidental” sobre cómo vivió su homosexualidad en su sociedad de origen, y ahora trata de que el IND vuelva a tramitar su caso y retire la orden de deportación, confirmó a Efe Sandro Kortekaas, del grupo LGTB Asylum Support.

“Mi vida es muy difícil. Soy ilegal, no tengo dinero, ni seguro médico, ni una casa o una pareja. Mi vida se basa en dormir y a veces pasear fuera, pero fuera me siento inseguro, tengo miedo a la policía, a que me detengan y me deporten. Mis amigos me dan de vez en cuando algo de dinero, 10 euros o así, pero eso no es suficiente. Tampoco fui a la escuela, no sé ni leer ni escribir, y eso lo complica todo”, resume Ahmad.

Mientras, el Gobierno neerlandés ha paralizado temporalmente las deportaciones de solicitantes de asilo a Afganistán tras los últimos acontecimientos en el país. EFE