Cerca de 3.000 personas se dieron cita en la frontera que divide la mexicana Ciudad Juárez y la estadounidense Sunland Park para reunirse durante tres minutos con sus familiares, en el sexto evento denominado “Abrazos, no muros”.
El evento, organizado por la Red en Defensa de los Derechos de los Migrantes, convocó a alrededor de 250 familias y se llevó a cabo con la colaboración de organizaciones dedicadas a la promoción de los derechos humanos a ambos lados de la frontera.
Fernando García, director de Border Network for Human Rights (Red Fronteriza por los Derechos de los Migrantes, en español), señaló que este es un lugar con una gran carga de contenido.
“Este es un muro que representa lo peor de la política migratoria. Es un muro que representa el racismo y la xenofobia que existe en los Estados Unidos”, dijo.
Las familias hacen fila a lo largo de la valla metálica, flanqueados por voluntarios de la organización del evento, hasta llegar a uno de los portales abiertos especialmente para esta ocasión. Las restricciones son mayores del lado mexicano.
Del lado de México, cordones amarillos -como los que marcan el perímetro del escenario de un crimen- delimitan el espacio que tienen las personas para abrazar a sus familiares.
Cuando pasan los tres minutos suena una chicharra. Es el sonido que marca el fin de los abrazos.
Las familias dan la vuelta a las cintas amarillas y regresan por el suelo enlodado hasta la carpa donde han guardado sus abrigos. En algunos casos esperaron años para reencontrarse con sus seres queridos.Efe