La Farc, el partido político heredero de la antigua guerrilla, llega en silencio y envuelto en polémica a las primeras elecciones presidenciales colombianas, que se celebrarán el próximo domingo, tras la firma del acuerdo de paz con el Gobierno.
Desde que el líder de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), Rodrigo Londoño, conocido como “Timochenko” en sus días de guerrillero, se retiró de la carrera por la Presidencia por motivos de salud, el movimiento no ha apoyado públicamente a ninguna candidatura.
Los únicos pronunciamientos de los antiguos combatientes han sido para alertar de que el proceso de paz llega débil a los comicios, envuelto en la polémica por la detención de Jesús Santrich, antiguo negociador del acuerdo con el Gobierno, detenido por presuntos delitos de narcotráfico por solicitud de Estados Unidos.
La cuenta de Twitter de Timochenko, sin ir más lejos, va llena de denuncias por las “amenazas y hostigamientos” que sufren los desmovilizados, de mensajes sobre el proceso de paz y de defensas de Santrich, pero guarda silencio sobre las elecciones.
Lo mismo ocurre con otros líderes del movimiento, como Iván Márquez, quien desde la detención de su compañero permanece en uno de los espacios de reintegración de la antigua guerrilla en el sur del país, así como con los demás dirigentes del nuevo partido.
Así se acerca el próximo domingo, cuando los colombianos están llamados a las urnas para elegir al sucesor de Juan Manuel Santos, una decisión que puede prolongarse hasta una segunda vuelta el 17 de junio en caso de que ningún candidato alcance el 50 por ciento de los votos.
La discreción sobre los comicios en los que el partido de la Farc estaba llamado a ser la gran novedad contrasta con el ruido alrededor de la polémica detención de Seuxis Pausivas Hernández, el nombre de pila de Santrich, quien fue arrestado por la Fiscalía el pasado 9 de abril.
La detención se produjo con base en una circular roja de Interpol a petición de Estados Unidos, cuya Justicia lo acusa de tener un acuerdo para exportar 10 toneladas de cocaína a ese país después de que el Gobierno y las Farc firmaron el acuerdo de paz.
Sin embargo, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el organismo encargado de juzgar los crímenes cometidos en el marco del conflicto armado, suspendió el trámite de extradición hasta evaluar las acusaciones contra el exguerrillero.
En repetidas ocasiones el partido ha denunciado que este proceso judicial es un “montaje” y ha reiterado su apoyo a Santrich.
El segundo plano de la Farc a pocos días de las elecciones también contrasta con lo que fue su campaña antes de que Londoño se retirara de la carrera presidencial el pasado 8 de marzo.
Durante el tiempo que Londoño fue candidato sufrió varias protestas de rechazo y alborotos en sus actos políticos, lo que les llevó a denunciar “falta de garantías” y a suspender la campaña durante un mes.
Sin embargo, lo que precipitó su retirada como candidato presidencial fue que tuvo que someterse a una cirugía de corazón, de cuya convalecencia acaba de regresar, pero sigue manteniendo un bajo perfil, dedicado a reuniones con su gente en distintas zonas rurales del país.
Tras este anuncio, la Farc abandonó cualquier aspiración presidencial y no postuló ninguna candidatura más ni ha secundado a ninguno de los demás candidatos.
En esta contienda electoral también participan el izquierdista Gustavo Petro, del movimiento Colombia Humana; el centrista Sergio Fajardo, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras y el liberal Humberto de la Calle, que fue jefe negociador del Gobierno en los diálogos en La Habana.
La primera aventura electoral del partido Farc también sufrió un traspié en los comicios legislativos del pasado 11 de marzo, cuando cosechó escasos 50.000 votos.
A pesar de ello, tendrá cinco escaños en ambas cámaras en cumplimiento de uno de los puntos del acuerdo de paz, informa Efe.
Faltará ver si el 20 de julio, el día en que se constituye el Congreso, los diez miembros de la Farc toman posesión de sus cargos y el partido se consolida en la política nacional o si por el contrario corre la misma suerte de la Alianza Democrática M-19, resultante de otra guerrilla desmovilizada en 1990, que años después se disolvió.