Un buen samaritano quiso salvar a Jesús y terminó dañando una obra teatral en Brasil.
Cuando los actores interpretaban el momento en el que un soldado romano iba a perforar con una lanza a Jesucristo, uno de lo espectadores se subió a la tarima en defensa del Mesías y con un casco en la mano golpeó y pateó al intérprete del verdugo en repetidas ocasiones.
La obra de la crucifixión de Jesús tuvo que ser interrumpida para que los demás actores detuvieran al hombre que seguramente pensó que si salvaba a Jesús se iba a ganar un cupo directo al cielo.