En el intento de que no muera la kichwa, un grupo de colombianos creó una aplicación móvil pionera en su preservación que recrea la travesía de una comunidad desde Ecuador a Colombia y sus anhelos de que su lengua sea eterna.
Juan Francisco Kushcagua, el patriarca de una familia que llegó al poblado colombiano de Sesquilé desde Otavalo, en Ecuador, que suma unos 80 integrantes, narró que ahora los más jóvenes “no se interesan en su lengua”, algo “triste” porque, dice, “debemos identificarnos como indígenas naturales”.
Fue a partir de esa necesidad, que en 2014 nació “Runashimi”, una aplicación en forma de videojuego que a través de 10 niveles de dificultad enseña kichwa, a la vez que presenta la historia de una de muchas lenguas amenazadas.
“A los Kichwa de Sesquilé llegamos gracias a una serie de casualidades. Ellos querían celebrar el “Inti Raymi” (en kichwa fiesta del sol) en Bogotá, agrupar a esa comunidad y nos invitaron a conocerlos”, explicó a Efe la antropóloga colombiana Catalina García, gestora del proyecto.
“Mi trabajo comenzó con un diagnóstico para el plan de salvaguarda, para ver cómo el conflicto armado había afectado a las comunidades”, expresó García, que trabaja con indígenas desde 2013.
“Hicimos un diagnostico de necesidades culturales y físicas y de cómo fortalecer la idiosincrasia kichwa en Colombia, ellos hablaron de la perdida de la lengua, ya que solo los mayores tienen conocimiento y lo hablan bien”, explicó.
Dicha situación se presenta también en otras poblaciones indígenas del país como los “Emberá en el Choco y los Awá en Nariño”.
Según el informe del Banco Mundial “Latinoamérica Indígena en el Siglo XXI”, en algunos países de la región se niegan “derechos a poblaciones indígenas por incumplir características de indigenidad externamente definidas, (como la lengua), y eso tiene graves consecuencias, como la imposibilidad de reclamar derechos de pesca o títulos colectivos sobre la tierra”.
Héctor Fabian Remache, otro miembro de los Kichwa de Sesquilé, contó a Efe que dentro de sus pensamientos está solo el deseo de “tratar de que permanezca por siempre” su cultura, pues su comunidad tiene “más de quinientos años de resistencia” y sus miembros están “aún vivos”.
Para lograrlo, agregó la antropóloga García, vieron que “chicos y adultos están muy familiarizados con la tecnología, son muy ‘gomosos’ (aficionados)”, por lo que pensaron que “se podía hacer uso de esa herramienta”.
A este proyecto se unió un equipo de profesionales del ViveLab, el laboratorio de innovación de la Universidad Nacional de Colombia (Unal), y lingüistas como Yamile Pérez, que cuenta con 20 años de experiencia.
“Empezamos un proceso de creación de una gramática de acuerdo a la forma en la que están hablando (…). Trabajábamos con los abuelos para que aportaran información sobre la lengua”, detalló Pérez, quien destacó que se hicieron varios talleres de aproximación.
John García, el coordinador de ViveLab, describió que la metodología usada fue la conocida como “Scrum”, que “busca el desarrollo de proyectos de manera ágil”, como un karaoke.
Así, “para no hacer algo desordenado creamos un hilo lógico que juntara todas las actividades, como un mapa de navegación para la aplicación, que es el viaje que conecta la lengua con la historia de la comunidad”, añadió García.
El proceso de desarrollo de esta aplicación incluyó también una pagina web, un diccionario kichwa y una cartilla impresa, informa Efe.
Entre 60 y 65 personas se han visto beneficiadas en la comunidad con este proyecto, que recibió una inversión de 50 millones de pesos (unos 17.000 dólares) de la Universidad Nacional, cuenta ya con cerca de 100 descargas y permite jugar, recordar y mantener viva una raíz común: su lengua.