El capitán Williams entra en la cámara de despresurización después de ajustar uno de los paneles solares que abastece a la ciudad lunar. Mientras se quita el traje espacial, su compañero se ejercita en otro habitáculo para su viaje a Marte y la comandante Smith revisa los niveles de oxigeno en el invernadero.
Así sería la vida en la futura colonia que planea construir la NASA en un cráter del satélite terrestre y cuyos planos han sido diseñados por 14 universidades de todo el mundo, entre ellas la Facultad de Ingeniería de Sorocaba (Fancens), en el estado de Sao Paulo, sureste de Brasil.
Tras cinco meses de intenso trabajo, catorce alumnos y tres profesores de esta universidad brasileña, que hace parte del programa SEE (Experiencia de Exploración Simulada), han sido los encargados de trazar y calcular con datos reales cuatro módulos para hospedar a 16 astronautas.
“La idea es simular y modelar lo que realmente la NASA pretende construir en la Luna de aquí a algunos años“, explica a Efe la responsable del proyecto, Andréa Braga.
Con una superficie total de 1.835 metros cuadrados, cada módulo de hospedaje diseñado está compuesto por dormitorios, baños, sala de ocio, escritorio y sala de máquinas, desde donde se controlarían parámetros como oxígeno, presión, energía y agua, entre otros.
“El formato es redondeado justamente porque físicamente resiste mejor las altas presiones. Las paredes estarían hechas con varias capas de materiales diferentes y resistentes para soportar esa diferencia de presión“, explica el profesor André Breda Carneiro.
Y es que la ciudad lunar no está concebida para la existencia de esquinas, pues estas acumularían una presión con el tiempo que acabarían por ceder provocando el colapso de la base.
Los módulos “están herméticamente cerrados” y para entrar es necesario pasar por una sala de “despresurización”, que compensaría la diferencia de presión entre el interior de la casa, con aire respirable, y la prácticamente ausencia de presión lunar.
La seguridad fue otro de los aspectos importantes a la hora de diseñar los planos, ya que en la Luna hay una ausencia prácticamente total de atmósfera.
“En la Luna no tenemos la protección natural que la atmósfera de la Tierra nos da. Si cae en la Tierra un meteorito es incinerado por la atmósfera, pero en la luna no pasa esto”, alerta Carneiro y añade que, en caso de un eventual impacto, un sistema de puertas automáticas aislaría cada módulo para evitar la destrucción completa de la base.
Vivir en el espacio durante largos periodos también afecta al cuerpo y, por eso, en cada módulo hay un gimnasio, puesto que en condiciones de gravedad reducida -que en la Luna es un sexto de la de la Tierra- “el ser humano sufre una fuerte pérdida de calcio”, de ahí la importancia de “mantener la estructura muscular”, afirma Carneiro.
Cada una de las partes del proyecto, que también incluye un punto de despegue de transbordadores, vehículo para moverse por la superficie, invernadero y torre de transmisión, todos ellos desarrollados por otras universidades, ha sido monitoreada por trabajadores de la NASA.
“Todos los miércoles teníamos una reunión con ingenieros de la NASA y el resto de universidades. Teníamos hasta un grupo de WhatsApp, son bien accesibles”, reconoce el estudiante Daniel Braga.
La ciudad lunar está concebida precisamente para futuros lanzamientos de misiones tripuladas a otros planetas, como Marte, porque en el satélite “la salida es más rápida y se gasta menos combustible” al no haber casi atmósfera, revela el profesor.
Sin embargo, más preocupantes parecen las motivaciones para ir al planeta rojo, pues ya hay una empresa con planes para extraer los minerales que encierran los asteroides y otros cuerpos celestes y, en el caso de Marte, rebosa uno imprescindible para la construcción de microchips: el silicio.
“Aquí en la Tierra hay cierta dificultad con los suministros de silicio, cada vez es más escaso. En Marte no existe ese problema, el silicio sobra”, comenta el docente ante la preocupación de algunos alumnos como Daniel, que espera que el vecino planeta “no sea tratado de la misma manera” que la Tierra.
Tras presentar ante la NASA, en Estados Unidos, su proyecto de habitáculos lunares, la Facens pretende participar en 2018 del nuevo proyecto del programa SEE, el cual, según Andréa Braga, podría tener algo que ver con Marte, aunque todavía no hay confirmación oficial.
Por el momento, los planes de la NASA son los de empezar a construir la base en la Luna en 2025 y cinco años después dar otro gran salto para la humanidad y pisar por primera vez el planeta rojo.