Cuando no hay una agenda clara, definida y comunicada, se enfrentan dificultades para generar confianza entre seguidores y el electorado.
Sin orden, orientación, cohesión, asignación de responsabilidades y apelando a la improvisación, así van muchos en la política, ausentes de entender que una agenda es el corazón de la dinámica, algo que poco o nada tiene que ver con una libreta donde se anotan fechas, horarios, direcciones, citas y actividades.
Programar, planear y trazar una hoja de ruta o itinerario, se refiere a un listado de temas y prioridades que un partido, gobierno o una organización considera relevantes a la hora de actuar.
De este modo se avanza hablando menos y haciendo más, se construyen políticas públicas, leyes, reformas, iniciativas sociales, económicas o ambientales, se atienden temas y se deja de lado el repentismo.
Cuando hay “agenda”, hay un reflejo más que claro del valor que una diligencia muestra en su intensión de influir positivamente con sus decisiones y acciones, el lío se da cuando por ausencia de un plan, se dice o hace cualquier cosa.
Cuando no hay una agenda clara, definida y comunicada, sucede de manera recurrente, se enfrentan dificultades para generar confianza entre seguidores y el electorado, la percepción es que no hay liderazgo, la indecisión y falta de compromiso con temas importantes para la población, pasan factura.
Tener una agenda sólida es crucial para la credibilidad y efectividad de un político, escuchar es determinante para ser escuchado, delegar también es virtud y ser ordenado dá seguridad… “decidir bien o mal, cobra distancia de no hacer nada por temor a equivocarse”.
Ante la naturaleza dinámica y cambiante, la improvisación se planifica, así parezca contradictorio, hay que estar preparados para responder rápida y eficazmente a situaciones inesperadas; minimizar el caos y la incertidumbre, mantener la estabilidad y la confianza política, esto por lo general no lo entienden.
Por: Freddy Serrano Díaz
Estratega Político