Los que trabajamos al servicio de la política deberíamos entender de una vez por todas que lo que hacen nuestros dignatarios debe acercarse más a lo que quiere la gente, “cuestión de lógica”. Hasta hoy, cuidar un peso cuesta diez, votar en un cabildo otorga beneficios que recuperan la inversión de campaña, no hay limitaciones de consanguinidad para los que ejecutan o controlan lo público y todo lo justificamos con buenos argumentos cuando de cuestionamientos éticos se trata, incluso defendemos lo indefendible.
“En fin la hipocresía”, dirán muchos y lo peor, “de manos de un hipócrita”, pero, ¿y qué más?, se tiene que decir y se dirá: – debemos construir una nueva lógica, la de lo correcto y lo decente, es lo mínimo, lo que nos corresponde -.
Por lo general, nos duele un señalamiento y nos encanta la miel del triunfo, pues bien, tenemos un nuevo reto, el de entender lo que quiere la gente que representamos, esa que reclama mínimamente justas proporciones en las decisiones de los elegidos o designados, algo que nada tiene que ver con ideologías.
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Que gran oportunidad tiene el liderazgo de hoy, responder con acciones y sentido común al clamor de los que votan: nombrar al mejor, al más preparado, evitar privilegios, abolir el compadrazgo, dejar sin vigor la toma de decisiones a cambio de beneficios personales y comenzar a entender la democracia como el escenario donde podemos pensar diferente y convivir unos con otros.
TODO PASA Y NADA PASA
Aún cuando parece increíble hay lugares en Colombia y América Latina donde el subdesarrollo se manifiesta en todos los sentidos, sitios que más allá de un click y la buena voluntad de sus gentes, parecen perdidos y olvidados en el tiempo, esto hace parte del paisaje.
Son territorios insulares no en atención a un vocablo que los definiría por estar rodeados de agua, situación no literal, si por estar apartados y alejados de todo, sin acceso y conectividad, sin índices de cobertura, en medio de la naturaleza y gobernados por el desgobierno que ha surgido de la misma falta de atención central.
¿Por qué si hay riqueza natural incalculable, biodiversidad, condiciones topográficas óptimas, menos presencia de plagas, enfermedades y contaminación, desconcentración poblacional y tantas posibilidades de desarrollo, nadie pone sus ojos en estos territorios?
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Seguramente habrá cientos de respuestas, y esa es la cuestión, más allá de la búsqueda de argumentos de lado y lado, todos de antemano valederos, lo que espera el pueblo, ese que vota, es que gracias a lo público las cosas mejoren, que nada pase y todo pase, que el que deba pagar por sus daños responda y el que ejecute lo haga mejor.
El legislador, ese al que hemos elegido, tiene un gran reto; escoger y designar el control y la vigilancia, la prevención, en manos del mejor, no el que más ofrezca para un entorno reducido, sí el que más garantías de transparencia, equidad y justa proporción promueva en un escenario hostil y complejo.
“Para aquellos que no dan sentido a lo que escribimos, entre líneas, hay mas de lo que explícitamente contienen estas palabras”.
FREDDY SERRANO DÍAZ
Consultor y estratega político