Los vendedores de libros del Parque Centenario de Cartagena de Indias, ahogados por la situación económica, han decidido emprender una iniciativa desesperada: cambiar sus ejemplares de segunda mano por comida y víveres que les ayuden a mantener a sus familias.
Alegan que están “pasando una crisis bastante compleja”, pues cada día son menos las personas que compran libros en físico y hay semanas que no venden nada, por lo que decidieron acudir a esta medida drástica.
Uno de los dueños de los 29 kioskos de libros del parque, William Correa, que también es miembro de la Asociación de Libreros de Cartagena, explica a Efe, que además del impacto económico que les ha dejado la pandemia, “la tecnología e Internet” han desplazado casi por completo al libro físico.
“Nos ha desplazado tanto, que prácticamente nosotros estamos literalmente pasando hambre”, agrega. Ante esta situación decidieron durante tres días cambiar libros por comida y así tener con qué alimentar a sus familias.
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LA GOTA QUE DERRAMÓ EL VASO
Unas semanas antes de acudir a este llamado de atención desesperado habían decidido vender artesanías para dinamizar las ventas en sus puestos de libros, pero las autoridades los obligaron a dejar de venderlas con el argumento de que la autorización de venta en este espacio se restringía a los libros y no a las artesanías.
Son 29 libreros que llevan más de 15 años comercializando sus libros en unos kioscos de metal ubicados en uno de los costados de este apacible parque fundado en 1911 para conmemorar el centenario de la independencia de Cartagena.
“Nos están atacando mucho lo que son las autoridades ya que nosotros estamos exigiéndoles como forma vital de nuestro sustento, la inclusión de las artesanías en nuestro parque Centenario“, dice Correa.
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El parque está en el corazón de la turística Cartagena y separa la parte antigua, de viejas casas coloniales, del barrio de Getsemaní, hoy muy concurrido por los visitantes.
El librero asegura que al impedirles vender artesanías se les está “violando el derecho de llevar a sus casas el pan de cada día” y enfatiza en que sus “hijos están pasando hambre literalmente”.
“Deseamos que la administración (alcaldía de Cartagena) se dé cuenta que la artesanía no es un delito ni tampoco estamos robándole a nadie, para incluirlas en el día a día de lo que son las ventas acá en el Parque Centenario”, subraya.
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LIBROS PARA TODOS LOS GUSTOS
En las estanterías atiborradas de libros se confunden textos universitarios, biblias, códigos civiles y uno que otro recetario de gastronomía exótica, con ejemplares en varios idiomas de los más encumbrados escritores de la literatura universal.
“Acá vendemos toda clase de libros desde ‘El Principito’ hasta un Gabriel García Márquez”, asegura Correa.
Los puestos de estos libreros son casi la única librería que hay en la ciudad y representan el último bastión de la literatura en Cartagena, ciudad que anualmente acoge al Hay Festival, una de las más prestigiosas reuniones de escritores y amantes de la lectura en el mundo. EFE