Nury Rojas se queda mirando fijamente a una fotografía expuesta en la pared, suspira y con un nudo en la garganta dice: “Acá estoy por ti”, mientras acaricia el rostro de Angie Paola Baquero Rojas, su hija, asesinada durante las protestas de septiembre de 2020 en Colombia contra la brutalidad policial.
Un “selfie” de Angie Paola mirando a cámara con el rostro inclinado es uno de los retratos que contiene la exposición “Vidas Robadas”, de la artista colombiana Doris Salcedo, en el espacio “Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria” de Bogotá.
Es una “acción urgente” que agrupa rostros y las historias de personas que murieron durante protestas, de 2019 a 2021, en un momento en que la violencia policial en Colombia está más de actualidad que nunca, después de los 60 muertos en las movilizaciones sociales del último mes, según organizaciones sociales.
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FOTOGRAFÍAS PARA EL RECUERDO
Algunas caras ya son un símbolo, como la de Dilan Cruz, el joven de 18 años que falleció el 25 de noviembre de 2019, cuatro días después de recibir en la cabeza perdigones de una escopeta disparada por un miembro del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). O la de Javier Ordóñez, un abogado que sufrió torturas en una comisaría de Bogotá el 8 de septiembre pasado.
Otras se han hecho conocidas en las últimas semanas como la de Lucas Villa, el joven que recibió ocho disparos de desconocidos el pasado 5 de mayo en Pereira (oeste).
Muchos recuerdos son apenas un nombre en la pared, una fecha -2021-, pero no tienen foto ni edad ni descripción de lo que sucedió. Solo se sabe que murieron en el contexto de unas protestas que aún están muy recientes y levantan muchas dudas.
La mayoría de retratos son de jóvenes e incluso menores de edad como Alison Menéndez (víctima de supuestos abusos sexuales por parte de la Policía) o Marcelo Agredo Inchima (asesinado en Cali el 28 de abril por un disparo de un policía) que salieron a protestar este último mes, pero entre todos estos rostros, una cara con arrugas atrapa.
Es Jovita Osorio, una señora de 73 años que falleció de un paro cardiorrespiratorio en Cali (suroeste) el pasado 30 de abril, después de que gases lacrimógenos que lanzó el Esmad llenaran su casa.
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“YO SOY LA MAMÁ”
La exposición, que estará disponible hasta el 27 de junio en este espacio de memoria, fue inaugurada el martes y harecibió la visita especial de algunas de las madres y familiares de las víctimas retratadas en las paredes.
Nury Rojas ha emprendido una búsqueda de justicia, como tantas otras madres en Colombia, un país con millones de víctimas por el conflicto, y cuenta con impotencia que Jorge Andrés Lazo Valencia, el patrullero que presuntamente disparó contra su hija una bala que le atravesó los intestinos aún está “activo trabajando en la Policía”.
“Es una persona que saben que es un asesino, ¿por qué no lo destituyen? Antes le dan reconocimientos, antes le dan el auge para que siga cometiendo cosas que no tiene que hacer”, alega frustrada, en una denuncia que, dice, tiene miedo que le cueste la vida.
Vestida con el rostro firme, la madre mira a cámara después de cada entrevista: “Yo soy la mamá de Angie Paola y hasta las últimas consecuencias estaré parada pidiendo verdad y justicia por mi hija y por toda la gente que está herida, muerta, desaparecida, y de saber quién dio la orden para que hubiera estas masacres”.
La lucha de Nury Rojas coincide con la de María Elena Meneses, que asegura: “no vamos a descansar hasta que se haga justicia” por la muerte de su hijo, Christian Andrés Hurtado.
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Al joven de 27 años le alcanzó una bala en Soacha, ciudad vecina a Bogotá, el mismo día que a Angie Paola y tres meses después de haberse ido a vivir con su novia.
“No dejaron que nadie le auxiliara”, dice Nury. “Exactamente eso pasó con mi hijo”, le contesta María Helena, abrazada y llorando a su lado.
La historia de sus hijos se repite en las últimas semanas en el país: denuncias de brutalidad policial, de uso desmedido de la fuerza por parte de la Policía y de tiros a quemarropa contra manifestantes.
“Siguen masacrando, siguen matando, agrediendo, desapareciendo, amputando a todos los muchachos y son solamente jóvenes”, relata Rojas.
“Los muchachos -continúa- abrieron los ojos y se los están cerrando, ¿por qué? Ellos tienen derecho a pensar, ellos tienen derecho a pedir un cambio en este país, entonces, ¿por qué los callan?”. EFE