En lo profundo del Amazonas brasileño, Pixi Isma y Kunnin viajaron durante 12 días, junto con otros 35 indígenas matis desde sus aldeas a orillas del río Branco, afluente del Amazonas, hasta Atalaia do Norte, el pueblo más cercano, con el único propósito de vacunarse.
En barcazas cubiertas, para protegerse de la lluvia durante el viaje, familias matis que salieron de sus “malocas” (viviendas) en la frontera con Colombia y Perú, viajaron por el río Javari hasta llegar a Atalaia do Norte y tomar la segunda dosis ya que los equipos de vacunación no llegan hasta sus aldeas.
Le puede interesar:Chile es el segundo país del mundo con más personas vacunadas contra la COVID-19
Cuando las autoridades brasileñas fueron a ponerles las vacunas algunos de los hombres estaban en la selva cazando con arcos, flechas y cerbatanas, o en los ríos pescando para llevar comida a las “malocas” donde viven con sus familias.
Allí, las mujeres trabajan en la “chácara”, la granja donde cultivan vegetales y frutos, y tejen a mano y con hojas de caraná los techos sus viviendas, canastos, platos y hamacas.
“NO QUEREMOS MORIR MÁS”
Ver también:México comenzará a producir en mayo la vacuna Sputnik V contra el coronavirus
“Al principio cuando salieron las vacunas tuvimos miedo. Después vimos que otros indígenas de otras regiones se pusieron la vacuna y tomamos coraje. Nuestro pueblo ha sido mermado, no queremos morir más solo quedamos 600 en todo el valle del Javari”, explica a Pixi Isma.
Después de su larga travesía fluvial, y de aparecer de imprevisto en Tabatinga, ciudad fronteriza con Colombia, en busca de las vacunas, los matis están atrapados en Atalaia do Norte con otras etnias porque no tienen ni gasolina ni dinero para retornar a sus aldeas.
“No tenemos comida, ni gasolina, la Funai (Fundación Nacional del Indio) no tiene como ayudar, nadie nos ayuda, queremos regresar a nuestras aldeas, algunos vinimos a vacunarnos, otros a arreglar documentación”, narra Kunnin, vocero de su comunidad, sobre su precaria situación.
Le sugerimos leer:El aumento de muertes en embarazadas por covid-19 inquieta a Brasil
Algunos venden artesanías pero con eso solo ganan de 10 a 50 reales (1,8 a 9 dólares).
La Funai, el departamento de asuntos indígenas del Gobierno brasileño, sufrió un recorte presupuestal de más del 60 % lo que limita sus operaciones.
Luciano Rodríguez Kanamaris, un pescador conmovido por la situación de los indígenas, los recibe diariamente en su balsa y les brinda algo de lo conseguido en el día. “No tengo mucho para darles, pero los ayudo en lo que pueda, están aquí, se bañan aquí, compartimos y reímos un rato”, comenta. Efe