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Michael Jordan parecía que tenía fuego en la boca y los ojos cuando dijo a Danny Ainge: “Mañana les voy a meter más de 50 puntos y voy a patear sus traseros”.
Estas desafiantes palabras las pronunció Jordan el 19 de abril de 1986, en la época en que tan solo era una promisoria figura del baloncesto -aunque ya jugaba en los Bulls con el número 23- y se encontró con Ainge, escolta de los Celtics, en un campo de golf situado a las afueras de Boston.
Los Bulls de Chicago se enfrentaban en la primera ronda de postemporada de la Conferencia Este de la NBA con los Celtics de Boston, amplios favoritos para imponerse porque estaban comandados por Larry Bird, habían sido campeones en 1984 y solamente los Lakers de los Ángeles les hacían sombra como los mejores de la liga.
Como si fuera poco habían ganado 40 de 41 partidos de la temporada regular en su fortín sagrado, el Boston Garden, donde además comenzaron la serie ante los Bulls con triunfo por 123-104.
Los de Chicago, al contrario, entraron a la postemporada por la ventana y con la segunda peor marca: 30 triunfos y 52 derrotas en la fase regular.
Pero tenían a Jordan, entonces de 23 años, aún sin raparse la cabeza y más delgado que en la década de los 90, cuando ganó todo en el baloncesto y su talento fuera de serie lo convirtió en uno de los mejores deportistas de la historia.
El astro más brillante de la NBA en aquel tiempo era Bird, un corpulento jugador de 2,06 metros de estatura, blanco, casi pelirrojo e ídolo en Boston, que en 1984 tras conocer a Jordan dijo que era un “enano” porque ‘solo’ medía 1,98 metros.
Jordan, que en el primer juego de la serie anotó 49 puntos, llegó al Boston Garden dispuesto a cumplir la profecía que había anunciado a Ainge. Y el escenario no podía ser mejor: las tribunas estaban colmadas y se respiraba un ambiente de optimismo por un nuevo triunfo de los Celtics.
El pronóstico no falló y el equipo de Boston ganó por 135-131, aunque el resultado es hoy una mera anécdota porque Jordan tuvo una de las mejores noches de su vida: estuvo en la cancha en 53 de los 58 minutos del juego, acertó 22 canastas, sin triples, y 19 tiros libres, para un total de 63 puntos.
Ese 20 de abril de 1986 Michael Jordan estableció el récord, aún vigente, de más puntos anotados por un jugador en un partido de postemporada de la NBA.
Jordan completó su memorable juego con 6 asistencias (4 pérdidas), 5 rebotes, 3 robos, 2 tapones y 41 tiros de campo. No anotó ni un triple porque no intentó ni un solo lanzamiento desde fuera del arco.
Años más tarde un estudio del canal deportivo ESPN reveló que en ese partido Jordan estuvo sin marca apenas en 3 de sus 41 lanzamientos y que 42 de sus 63 puntos los consiguió bajo la custodia de Danny Ainge y Dennis Johnson.
Ainge, precisamente a quien Jordan desafió la víspera del récord, comentó: “Era tan bueno que me quedaba mirándolo”.
Sin embargo, quien pronunció la frase para la posteridad fue Larry Bird, el mismo que lo había tachado de enano: “No creía que nadie pudiera hacer esto: no contra los Celtics en el Boston Garden. Creo que hoy aquí estaba Dios disfrazado de Jordan”. Efe